Recopilado por Julio Arancibia O.
Aproximadamente en el año 1800 llegó a la villa de
San José de Maipo, desde Santiago, acompañada por su esposo y sus hijos, una
mujer llamada Norma. San José era un pequeño y tranquilo poblado en el que
vivían unas pocas familias campesinas y los mineros del yacimiento de San Pedro
Nolasco. Norma y su familia se instalaron en una pequeña casita cerca del río,
en lo que hoy llamamos “Camping del Río”. Allí, como cualquier mujer de la época,
se dedicó a criar a los hijos y a plantar y cuidar su huerto, mientras su
marido trabajaba en la mina y se aparecía muy de vez en cuando por casa. Se
sabe, sin embargo, que la soledad, la paz, suele hacer surgir desde lo más
hondo de la psique humana aspectos desconocidos y a veces siniestros de la
personalidad. Eso fue lo que aconteció con Norma.
El tiempo pasaba. Ella no lo notó al principio, pero
de pronto un día se dio cuenta que su marido cada vez venía menos a casa.
Comprendió que su ausencia se debía al mucho trabajo que él tenía, pero eso no
la consoló. La mujer entristeció al principio, mas quizás qué defensa interior
oculta hizo que se fuera poniendo cada vez más agresiva, y nadie sabe cómo,
terminó mezclándose en magia negra. Esto último fue la gran noticia-copucha que
comenzó a rumorearse por esos días por San José, que la tal Norma que vive
cerca del río practica la magia negra y todo tipo de asuntos raros con el fin
de dominar a las personas. Se decía que cuando sus hijos se dormían, ella iba
río arriba, hacia el sur, y sacrificaba guaguas al mismísimo Satanás, a quien
también se ofrecía en cuerpo y alma. Asimismo, contaban que encendía una
hoguera y cumplía extraños ritos con los animales.
Fue un largo
tiempo el que pasó mientras Norma se dedicaba a sus oscuras actividades y su
esposo no se aparecía, hasta que un buen o mal día, éste llegó de visita. Antes
de ir a casa, en un lugar de mal beber, se puso al tanto de todas las
atrocidades que se rumoreaban sobre su mujer. Cuando llegó al hogar a orillas
del río conversó con ella, pero ésta negó todo. Sin embargo, la intranquilidad
ya se había apoderado del corazón del hombre. Por eso, un día, después de que
su mujer se levantó a medianoche, él la siguió hacia el lugar donde practicaba
sus ritos oscuros, y vio, con horror, cómo quemaba unos bebés en la hoguera y
luego se entregaba a juegos prohibidos con un macho cabrío negro de ojos rojos
mientras invocaba al Señor de la Oscuridad.
Presa del pánico, el esposo huyó del pueblo junto a
sus hijos esa misma noche, antes de que su mujer regresara, al amanecer. Nadie
lo vio desaparecer y nunca más se supo de él. En cuanto a Norma, cuando volvió
a casa y no encontró a sus hijos, enloqueció de pena, gritando de rabia y
dolor. Sus gritos fueron tan desgarradores y fuertes, que hasta los mismos
demonios que vagan constantemente por la tierra para aquejar a los seres
humanos, se espantaron al oírla. Y sucedió que después de los lamentos, la piel
de Norma se secó y su cuerpo se marchitó, y comenzó a llorar de una forma
horrenda y escalofriante por siempre jamás.
La gente que salía a altas horas de la noche contaba
que oían a una mujer llorar a lo lejos. Unas pocas personas que en aquellos
tiempos la pudieron ver, luego enloquecieron, gritando que habían visto un
cadáver caminar flotando por el aire, hirviente de gusanos y envuelto en
jirones de ropa manchada de sangre negra. También gritaban que el espectro de
esa mujer preguntaba con lastimera voz por sus hijos, tragándose el alma de
aquel que le respondiera. Por eso, todos huían de ella En aquellos tiempos fue
cuando se la bautizó como la Llorona, mujer de la noche, tragadora de almas.
La gente comenzó a temerla, y cuando se escuchaba su
llanto se cerraban las puertas y ventanas de todas las casas. Pero algo bueno
debe tener su espíritu, pues se dice que si alguien tiene pacto con el diablo
no puede sufrir daño por ella, porque huye, sin querer mezclarse con Satanás,
ya que de él vendría toda su desgracia, que se inició el día en que ella lo
prefirió ante la ausencia de su esposo.
Otra forma de hacerla huir es gritarle su nombre
–Norma-, y entonces ella se esfuma. También se dice que la Llorona busca raptar
niños para absorberles el alma y dejar sus cuerpos tirados cerca del río o en
los cerros.