Jota Jota Conus

Al volver de Pirque en la Metrobús ochenta y tres,
tuve que pasar frente al que se supone es el principal lugar de Puente Alto, y
al observarlo reaccioné con total espanto al contemplar su presente y
contrastarlo con mis recuerdos de infancia. Y me dije que algo tenía que hacer
al respecto, por amor a todos los puentealtinos de corazón.
Y es así
como decidí crear este apéndice cuyo objetivo
consiste en exponer los cambios
experimentados por la plaza de armas de
la capital de la Provincia Cordillera en base a una primera lectura de Imágenes evanescentes, cuento creado por Eric Soto Lavín que da
cuenta de las alteraciones,
mutaciones, violaciones, ultrajes y la trágica muerte que sufrió dicho espacio público para luego
convertirse en algo que no resulta
ser más que la negación misma de
su propia esencia extraviada.
Después de realizar esta labor dedicará
algunas palabras a los poemas Con cuánta tristeza y De nuevo de Erasmo
Domínguez Santibañez con el fin de señalar las diferencias y semejanzas,
principalmente estas últimas, entre las creaciones de ambos escritores para
posteriormente concentrarse en un párrafo
de la crónica Puente Asalto de
Kjesed, la cual hace referencia al lugar
que atrae nuestra atención. Todas estas tareas permitirán establecer una
interesante aseveración sobre los puntos de vista que comparten los escritores
mencionados, y que el privilegiado lector podrá comparar con el discurso
manifestado por las autoridades políticas a quienes, más de alguno ha dado su
voto, confiando en que las adecuadas gestiones que realizan siempre tengan como
horizonte el bien común. En otras palabras,
como podrá apreciar, lo que en un primer paso
se presentará como un inofensivo e imparcial estudio literario con
ingenuas pinceladas de historia, se transformará en un incipiente análisis político que busca ser complementado
por el comentario del lector para que entre todos acabemos con este Infierno
puentealtino.
El punto
de partida nos lo entrega la lectura de Imágenes
evanescentes. En este texto
encontramos a un narrador protagonista
que nos relata y describe su estrecha relación con la plaza. Para
ello ejecuta distintos saltos temporales que van desde el presente, desde
donde se manifiesta su voz, hasta el
pasado para regresar al presente, y desde un pasado cercano a uno lejano. Por
lo tanto, a modo de organización, una de nuestras principales misiones será
exponer el orden cronológico de los cambios que se llevaron a cabo en este
lugar público.
Para
desembocar en el análisis directo del texto es necesario establecer una
semejanza entre el escritor y el narrador protagonista del cuento para afirmar, basándonos en el año en que
Eric Soto Lavín creó este relato, que el personaje se sitúa en la plaza de
Puente Alto en el 2008. Su primer recuerdo se remonta al último período del gobierno de la Unidad
Popular, es decir al año 1973, al cual denomina el “tiempo del Caos”, que como
muchos sabrán, se caracterizó por una fuerte división política en todo el país,
que por un lado tenía a los partidarios de un gobierno que buscaba
establecer la revolución marxista por la
vía democrática y por el otro, a los conservadores detractores que sólo
buscaban mantener el poder económico, político, social, cultural, etc. en manos
de una minoritaria elite burguesa. En este contexto situacional la “Plaza” es
definida, según las palabras del propio narrador, pero lo correcto sería decir
que la describe, ya que nos entrega rasgos específicos y particulares de este
lugar, como “provinciana”, opuesta a la
modernidad ofrecida por Santiago
de Chile, capital de la Región Metropolitana.
El
protagonista menciona breve y muy someramente
las violaciones a los derechos humanos perpetrados por el gobierno de la dictadura militar[1].
Pudiera parecer que el temor por haber vivido bajo este terrible régimen le impidiera al escritor explayarse en un
tema que jamás se terminará de citar -por más que algunos sectores apelen a la
destrucción de la memoria y a la
reconciliación nacional como remedios- debido a las profundas heridas que dejó
en la historia chilena y que dudo algún día cicatricen. Pero solamente lo es en
apariencia, ya que los enormes conocimientos que maneja el autor sobre este tema, sin duda, darían lugar
a la creación de innumerables cuentos. En lo personal, me hubiera gustado que
Eric Soto Lavín dedicara algunos
párrafos para referirse a las atrocidades que se cometieron en la principal
plaza de Puente Alto, pero comprendo muy bien que el interés es otro, como
usted, atentísimo lector, podrá observar en el transcurso de este trabajo. Por
ende, todo lo que tenga que mencionar sobre las acciones del gobierno militar
será a través de pocas, pero certeras
palabras que darán cuenta de la relación de este lugar con las autoridades
políticas y con la ciudadanía:
“Más tarde, luego de testificar numerosas
vejaciones hacia la población local, las poco imaginativas autoridades
decidieron desentenderse de ella; y las multitudes parecían esquivarla debido,
tal vez, a las casi tangibles reminiscencias
de un oscuro y autoritario bando que
prohibía a la gente reunirse en grupos”.
Todos
sabían que si alguien no cumplía con la
orden impuesta corría el riesgo de sufrir castigos por parte de los agentes del Estado, los cuales
consistían en la detención de la persona por unas cuantas horas en las comisarías, la que muchas veces desembocó
en la tortura, el ultraje, el homicidio, la desaparición, etc. sólo por el
hecho de pensar distinto. Entonces, no es de extrañar que la angustiada
población en este oscuro período de la
historia universal no se reuniera en el lugar más importante de nuestra comuna.
Por tal motivo, al no conseguirse el principal fin para la cual fue creada,
esto es, ser un centro de reunión social, la plaza en esa época adquirió un
aspecto opaco, afligido y apesadumbrado.
Aproximadamente
cinco años después, al poco tiempo de
que la familia de Eric Soto Lavín emigre
desde Conchalí a Puente Alto para
establecerse en forma definitiva en esta última comuna, esto es alrededor de
1977, según datos proporcionados por el
propio autor a quien escribe, el narrador protagonista recuerda una escena
vivida junto a sus padres, en donde los ve disfrutando de unos helados que son
descritos, utilizando aquella figura lírica llamada sinestesia[2],
como “multicolores en color y sabor”, los cuales la madre, después de cruzar
“la calle del Guerrillero”, es decir, Manuel Rodríguez, compra en el “Oasis”,
heladería, cafetería, gelatería y pastelería que desde mediados de la década de los cincuenta
ofrecía sus productos en donde
actualmente se encuentra la galería comercial del mismo nombre[3].
Una vez que ha sido ingerido el delicioso helado de pistacho y frutilla, (sabor
que hasta el día de hoy es posible disfrutar), le pregunta a su padre por el
pingüino. El progenitor cree que se trata de la famosa revista
creada en 1956 por Guido Vallejos, El Pingüino[4],
cuya popularidad se debió al hecho que sus páginas contenían atractivas fotografías
de preciosas mujeres semidesnudas, las que eran acompañadas por las caricaturas de los más destacados
dibujantes de aquella época, entre los cuales sobresale Themo Lobos, junto
con notas de la farándula nacional.
Pero aquel se refiere al ave que solía
bañarse en la pileta de la plaza. El papá sabe del plumífero personaje solo por
lo que le ha contado Jalisco, su compañero de trabajo, pues nunca ha tenido la
oportunidad de verlo. Esto provoca, sin
duda alguna, una incertidumbre en
el lector en cuanto a la veracidad del animal. Sobre éste he recogido las
siguientes informaciones, la mayoría de ellas obtenidas de los comentarios surgidos a partir de la pregunta (sin signos
de interrogación) que realiza Samuel Miranda en la página web de la plaza de
Puente Alto “Alguien sabe del pingüino de la plaza de puente alto”[5]:
Mario
E. Moreno Rodríguez nos cuenta
cuándo vio al pingüino y dónde tenía su
domicilio, pero no sabe de dónde vino ni qué fue de él “(…) yo me acuerdo que por el año 1978 había un Pingüino en la
pileta de la Plaza de Puente Alto, en el centro tenía su casa. Verlo era
obligación cada vez que pasabas por la plaza. Desconozco el origen y el destino
que tuvo […]”. Por su parte, Natalia nos dice que nunca ha oído
hablar sobre la presencia de tal ave y se manifiesta muy curiosa ante tal hecho
“(…) Enserioo habia un pingüino en la plaza!!?? …Yo quiero saber
mas de eso ajaja que (…) intriga (…)”. Lucía,
basada en un diálogo que sostuvo con un colectivero, menciona quién era el dueño del ave y la causa de su trágico destino “Un chofer de
colectivo me contó que el pingüino era de un sr. jubilado y que lo acompañaba a
todas partes, hasta que un día iba detras
de su amo a buscar el pago al banco del Estado y un auto lo atropelló y
lo peor es que lo atropelló de puro malo. Eso me contó, nosé …”. diego cortes, a partir de una fuente obtenida en
internet, cuyo nombre lamentablemente no recuerda, señala que era un par de pingüinos el que vivía en la comuna y que éstos murieron
producto de la edad avanzada. Además nos habla sobre el dueño del animal “un amigo hace un par de años tenia la duda de los pingüinos,existe un blog, donde pueden encontrar
informacion de puente alto y san jose …
lamentablemente no lo recuerdo como para apuntarlo…. el tema de los pingüinos
por lo q decia el tipo: eran dos, uno se llamaba juanito (el otro no recuerdo
el nombre), pertenecian al dueño de una pescaderia que se encontraba en el
centro (puente alto) y murierion de viejos…eso.. en caso de encontrar el blog
lo apunto….”[6].
Jorge Santander confirma la convivencia de los dos pingüinos, basándose en los mosaicos que se
ubican en la plazuela Bernardo O´higgins[7]
- más conocida por la mayoría de nosotros como la Plaza de la Matte, en donde
actualmente podemos contemplar, no sin cierta sensación de angustia y tristeza,
la representación de un par de pingüinos decapitados debido al deplorable
estado en que se encuentran las obras - y también en lo que ha escuchado “En la PLaza de la
Matte está la historia en Mosaicos… Ahí aparecen los pinguinos… También me
contaron que eran del dueño de la pescadería (Estaba en la calle del estadio
creo)… Cuando pase por la plaza un Domingo temprano, le voy a preguntar a los
viejitos que se sientan a tomar el sol a ver si me ilustran con mas
detalles…”. LIGIA BECERRA afirma que era
uno solo el pingüino y, al igual que Jorge Santander, lo relaciona con una
tienda donde venden pescados, y supongo que mariscos también, pero entrega una
dirección distinta. Además, aprovecha el
espacio que le brinda la página web para recordar algunas características de la
Edad de Oro puentealtina[8]
“El pinguino pertenecia a una Pescaderia que habia en Concha y Toro por la
vereda donde esta el ServiEstado ,y salia caminando todos los dias a bañarse en
la pileta de la Plaza , acompañado por los niños que jamás le hicieron daño.
Obviamente eran otros tiempos, muy poca gente, casi todos conocidos y se
disfrutaba de una gran tranquilidad , lamentablemente eso se perdió con la gran
invasión de erradicados de otras comunas que ha cambiado el paisaje.”. Por
último, viktor pregunta si “No hay fotos
del pinguino por ahi??? […]” pues considera que “[…] seriaa mas kompleta la
historia kn imagenes… ;)”. Claro que sí las hay, una de ellas fue
publicada en el facebook de Historia
Puente Alto[9]
y nótese que en los comentarios nuevamente encontramos diferentes informaciones
sobre el pingüino.
En
unas de las innumerables tertulias desarrolladas por la Corporación Mutual Melchor
Concha y Toro se mencionó un solo pingüino, al cual se le llamó
Carlitos, y no Juanito como afirma diego
cortes. Llegó desde la costa de
la Región del Bío Bío y, tal como lo señala LIGIA BECERRA, era muy
querido por los niños. La información obtenida también coincide con la de lucía
cuando se menciona su fallecimiento, pues se dice que fue atropellado por un
vehículo, eso sí, la corporación es más específica al afirmar que se trató de
un medio de transporte público.
““Carlitos”
aquel pingüino llegado de Talcahuano y que pasó a ser uno más de la comuna. Era
habitual verlo retozar en la pileta que existía en la hermosa plaza de aquellos
tiempos. “Carlitos” logró ganarse la simpatía y el cariño de la gente,
especialmente de los niños. Murió aplastado por las ruedas de un pesado
vehículo de locomoción pública, culminando así una historia casi increíble,
pero veraz, en Puente Alto.”[10]
Como
también se puede apreciar, el texto anterior coincide con lo afirmado por LIGIA
BECERRA y Mario E. Moreno Rodríguez, al señalar que era común ver al pingüino
en la pileta.
Después
de presentar algunas de las informaciones que aparecen en internet
sobre el pingüino, no pude evitar la tentación de poner en práctica la idea de
Jorge Santander. Esta fue conversar con algunos
abuelitos que se sientan en la plaza para disfrutar de los rayos
solares. Pero antes de hacerlo, primero hablé con mi padre, quien viajó desde
la comuna de San Joaquín hasta Puente Alto para cursar quinto y sexto de
humanidades en la Escuela Industrial en
el año 1972 y 1973, respectivamente. Él me dijo que un ex compañero de escuela
en una reunión que sostuvieron en el
2008, le contó que eran dos
pingüinos los que tenía el dueño de la pescadería El Muelle, la cual actualmente está ubicada en la
calle Santa Elena. Al preguntarle más sobre el ave, me contó que durante esos
años nunca se enteró de su muerte. Lamentablemente, más datos no me pudo
proporcionar debido a que su vida laboral y familiar la desarrolló en su lugar
de residencia y en Santiago. Tomando en consideración lo anterior, resulta muy
extraño que el protagonista de Imágenes
evanescentes no conozca al pingüino, siendo que la primera escena que recuerda pertenece al año 1973. Lo mismo
sucede con 1978, que corresponde al año en donde pregunta al padre
por la existencia del ave. Pero resulta,
como ya se señaló, que
tampoco lo ha visto y según el
testimonio de Mario E. Moreno Rodríguez, el personaje emplumado aún vivía en el último año citado. Algo no calza.
Cuando
llegué a la plaza de Puente Alto, pregunté sobre los
pingüinos a un simpático viejito que se encontraba cerca de uno de los bancos
donde se juega ajedrez. Él me dijo que efectivamente fue una pareja la que llegó en una camioneta
que traía pescados desde el sur y que pertenecían al dueño de la Pescadería El
Muelle cuando ésta se ubicaba en la esquina de las calles 21 de mayo con Santa
Elena y que posteriormente se trasladó a Santa Elena, pasando la calle José
Luis Coo cuando uno va hacia el norte. Le comenté que a un cuidador de
vehículos con quien me encontré antes de
llegar a la plaza le pregunté, entre
otras cosas, por la historia de las aves, después de introducirlo en el tema,
pero al escuchar el plural y el accidente me dijo que estaba equivocado, que era imposible, ya que al pingüino
(insistió en que era uno a cada instante) todos lo respetaban, que cuando se
cruzaba por la calle el tránsito paraba,
sin ninguna excepción, incluso la
patrulla de carabineros, carros de bomberos y/o ambulancias se detenían sin importarles si había alguna
emergencia. Si hasta el tren que venía desde Santiago lo hacía cuando al
puentealtino - porque ya era considerado uno más de nosotros - más querido de
todos se le ocurría atravesar por la
línea ferroviaria de El Llano del Maipo. Luego de una estruendosa carcajada, el
abuelito me dijo que lo que le acababa de contar era imposible porque los pingüinos, que eran dos,
llegaron mucho después de 1962, que fue el año en que el tren dejó de funcionar
y el par de aves llegó a comienzos de los años setenta. Sobre la muerte no pudo
proporcionarme dato alguno, pero supuso que murieron de viejos, igual como
acontecería con él. Agradecí al anciano y me despedí con un beso en una de
sus mejillas, a causa del
entusiasmo que de mí se apoderaba e inmediatamente llegué al número 345
de la calle Santa Elena[11].
En este lugar saludé a una señora que fileteaba una brillante sierra, me
presenté y hablé sobre la investigación
que estaba desarrollando, lamentablemente sólo me dijo que “El dueño vendió y se fue”, le pregunté
si sabía adónde. Imaginé que a Talcahuano, y pensé que me iba a tener que pegar
el medio pique hasta allá mismo, pero con un tono seco me respondió “No sé. El dueño vendió y se
fue.” Acto seguido, miré cómo con su enorme cuchillo extraía las tripas de una
corvina, recordé el microcuento Impensada suerte[12] de Eric
Soto Lavín, en donde el protagonista señala el carnicero le corta la mano al
cliente, luego de que éste le reclame
por la calidad de la carne, y sabiamente opté por no continuar con las
molestosas interrogaciones, pues si insistía mi vida correría grave peligro.
Con gran
decepción decidí caminar hasta mi hogar, pero recordé que está la tienda de calzado y vestuario El Pinguino [13],
por lo tanto, di la media vuelta y dirigí mis pasos hacia allá[14].
Apenas llegué al local que está ubicado
en la avenida Concha y Toro, vi que era atendido por cuatro mujeres.
Decidí hablarle a la cajera, pues era la que más años de edad representaba, y
al igual como lo había hecho en la Nueva
pescadería El Muelle saludé, di mi nombre y en
breves oraciones le expliqué por qué estaba allí, es decir, le conté que
estaba realizando un trabajo de investigación en donde hablaba sobre Puente Alto y un poco de su
historia. Al escuchar esta última palabra
comenzó a mover su canosa cabeza de un lado para otro en señal de
negación y me señaló que por muy veterana que ella fuera no tenía tiempo
suficiente para dedicármelo. No le entendí, así que con una gran sonrisa
insistí al decirle que sólo pretendía
saber por qué el lugar adonde
trabajaba recibía el nombre de “El Pingüino”. También sonrió y me señaló que se debía a un antiguo apodo.
“¿Tiene alguna relación con el pingüino que vivió en Puente Alto?” fue mi
pregunta, ante la cual respondió tajantemente “No. Ya me habían preguntado eso.
No tiene nada que ver.” Después de esto agradecí y me despedí, no sin antes
darle a conocer que en el letrero de la tienda se lee “Pinguino”, ya que le
falta la diéresis a la u, o sea, los dos puntitos. Inmediatamente después de
esta corrección aceleré mi caminata y salí corriendo para evitar un posible
zapatazo en mi nuca, mientras me preguntaba quién me mandaba a preguntar tantas
leseras.
Con
dicha información regresé a casa, no sin antes pasar nuevamente por la plaza,
en donde pregunté por última vez acerca del pingüino a una abuelita que estaba sentada en una de esas bancas que se
encuentran entre los jardincillos enrejados. Ella me precisó que no era uno,
sino dos: una pingüina y un pingüino, pero que no recordaba sus nombres. Lo que
sí nunca olvidará es que a la hembra la atropellaron y que su macho murió, poco
tiempo después, a causa de la profunda
tristeza que experimentó al sentirse solo.
Como
apreciará los datos, hechos y opiniones que sobre el pingüino se entregan son
incontables. Bástenos observar el Facebook de Historia Puente Alto que cité más
arriba para darnos cuenta que se nos habla de un pingüino, otros de dos, que
pertenecían al dueño de una pescadería que se encontraba en distintos lugares
del centro de la comuna, que su nombre era Panchito, para otros Juanito, otros
dicen que se llamaba Carlos o Carlitos,
hay quien afirma que se llamaba Carlitos María. Sobre este último mi estimado amigo Edison Carreño Ulloa afirma
que existe una confusión, ya que Carlos
María era un homosexual que a causa de sus particulares características se
transformó en todo un personaje puentealtino, ¿se fija, querido lector, cómo
van surgiendo otras sabrosas informaciones? Incluso en el mismo Facebook leí
que al pingüino lo habían matado los militares para el setentaitrés. Por su
parte, Martin Cea Arluciaga, hijo de los dueños de la pescadería Vasca y de los
pingüinos, trata de imponer la verdad verdadera sobre el personaje en el
Facebook de Frases puentealtinas[15].
Nos cuenta que ambos pingüinos se llamaban Pepe. El primero llegó desde el
puerto de San Antonio, en un camión que traía pescados y mariscos, hasta la pescadería que funcionaba donde hoy
se encuentra el supermercado Monserrat del centro de Puente Alto, que luego se
cambió a Balmaceda con 21 de Mayo. Lo
mató por error un trabajador de la pescadería y un mes después llegó el
segundo. Sus dueños fueron Tomás Cea y Concepción Arliciaga.
Con
respecto a toda esta información, debo
aclarar a usted, como en otras oportunidades lo he hecho, que muchas veces, más que llegar a la veracidad
de un hecho histórico, me interesa dar cuenta de las innumerables historias que
surgen a partir de él, sean éstas verdaderas o falsas, y que originarán innumerables oraciones, frases y/o
narraciones ficticias que se compartirán
con amigos, familiares, vecinos, conocidos, etc.[16]
algunas de las cuales desembocarán en la invención de un texto, llámese poema,
obra dramática, novela o un cuento como ya
ha ocurrido en algunas oportunidades. O sea, mi trabajo principalmente
apunta a entregar información que motive
a los escritores de la zona con el fin
de difundir y conservar el patrimonio de la Provincia
Cordillera a través de diversas creaciones literarias. Y créanme, ya he visto
algunos satisfactorios resultados con los cuales pronto se sorprenderá. Por
ejemplo, el mismo Eric Soto Lavín
presentó una compilación de
cuentos para el Fondo del Libro, entre los cuales se encuentra Atisbo
hacia el pasado, texto que trata sobre el pingüino. Por ahora, dejaremos
las historias de este personaje hasta acá, pues esta será una aventura de nunca
acabar. Por lo tanto, lo más conveniente es dejar el relato en puntos
suspensivos, confiando en que éste se transformará en un texto literario que
muy pronto compartiremos en nuestra página web.
Ahora
volvamos directamente a las palabras de Imágenes
evanescentes, justo en aquel punto en donde el protagonista imagina al
pingüino en el pasado y habla de la
época en donde había tiempo para conversar, tomar un helado y pasear con la
familia. Después de esto recuerda la
llegada de la democracia, esto es, en el
año 1988. En este período la “Plaza” fue modificada en un par de ocasiones y su
aspecto se transformó totalmente. Se instalaron “soberbios parterres” desde
donde se podía observar el entorno de la plaza en completa tranquilidad,
incluyendo a aquellos innumerables militares pertenecientes al Regimiento de
Ingenieros n° 2 de Puente Alto que tanto repudia “Y en muchas ocasiones llegué
a pensar, no sin falta de fundamentos y pese a los conscriptos de cabellos e
ideas cortas que todavía la infestaban durante los fines de semana que la Plaza
era lo único realmente atractivo de nuestra comuna y ciudad.” Fundamentos que, sin duda, se basan en la nefasta
experiencia que la mayoría de los ciudadanos ha vivido con un ejército que se
comporta como un instrumento más de la alta burguesía, cuyo único fin solo
apunta a proteger sus intereses económicos.
Al
comparar las características de aquella plaza con las que se nos ofrece hoy, el
panorama es desalentador, ya que resulta imposible contemplar la misma debido a
que la monstruosa distribución de sus elementos obstaculiza la observación del
entorno inmediato. Las mismas personas que se sientan cerca de uno dificultan
aún más la realización del objetivo. Créanlo. He experimentado esto en muchas
oportunidades en las bancas que se encuentran en el costado sur de la plaza.
Así es. Entre rejas y árboles he tratado de estudiar la plaza y muchas veces me
he topado con las temerosas miradas de muchas personas, sobre todo mujeres, quienes nerviosamente han
reacomodado los sostenes sobre sus pechos, “Ya todos saben que muchas guardan
el dinero en esta ropa interior”, me gustaría susurrarles cariñosamente al
oído, pero he preferido no aumentar su miedo y concentrarme en otras tareas,
como por ejemplo, obtener más información sobre
el Zangandongo, una ghymkhana comunal,
que dejaré como tarea para dedicarle la atención que merece en un
trabajo que gira en torno a Obsolescencia
súbita, otro cuento de Eric Soto
Lavín en donde también aparece mencionada esta extraña palabra.
En
relación a los noventa no hay mucho que referir, en realidad casi
nada, ya que según el protagonista, durante esta década, la “Plaza” se mantiene
casi inmutable “Sólo algún arreglo por aquí, un cambio de baldosas por allá,
una mano de gato para alguna fecha importante, y nada más” se observa.
Los
últimos recuerdos que el protagonista tiene de su padre aparecen cuando después
de cambiar un cheque en el banco de Chile, que en aquél entonces se ubicaba en
la calle Domingo Tocornal, descansan en un asiento que “Juan” dice
pertenecerle, pues aparece grabado dicho nombre, sin embargo el protagonista
bien sabe que su progenitor es incapaz de escribir su nombre en los maderos.
Juan le dice que en este asiento siempre descansa cuando pasa por la plaza,
información con la cual el protagonista infiere que esa es la razón por la que llega tarde a la casa. El padre asiente, mientras
observa a un artista callejero que se concentra en la creación del popular
rostro del guerrillero Ernesto “Che” Guevara. Finalmente deciden volver a su
hogar, sin imaginar la brutalidad que se avecina. Este recuerdo, al igual que
todos los anteriores, también se destruye
en innumerables fragmentos, lo
cual provoca que los puntos de
referencia desaparezcan fugazmente, a
tal punto de que hoy sea imposible indicar con certeza dónde se encontraba el
asiento en que el padre de Eric Soto Lavín a menudo descansaba. En efecto, la
desintegración total de todos los elementos que conformaban el paisaje de la
plaza y que desencadenaban los recuerdos
del escritor y con él el del narrador-protagonista,
evidencia la violenta agresión que se efectuó contra la ciudadanía a mano de
las autoridades políticas y empresariales que a comienzos de este siglo
trajeron consigo el Metro “y con éste vendría aparejada la modernidad. Aquella
que todo lo arrasa sin cuestionarse nada ni perdonar a nadie.” Veamos qué ocurrió:
En
cuanto a la flora, “Las añosas encinas […] fueron salvajemente mutiladas y sus
muñones —mudos testigos de una realidad ya muchas veces vista en otros lugares
de nuestro país—, junto a las plantas y arbustos de menor envergadura,
arrancados de cuajo” por aquellas
máquinas automóviles llamadas buldócer, las cuales son magistralmente descritas como
“insensibles y articuladas bestias amarillas.”. “Además, desaparecieron las dos
únicas palmeras.”[17]
El
elemento mitológico también se vio afectado, ya que “Junto con las encinas
desaparecen sus respectivas dríades”, o sea, las ninfas de los bosques, cuya
vida duraba lo mismo que la del árbol a que se suponía unida. Estas
hermosas divinidades[18] “escondidas
ante la vista de todos, nos hacían soñar y rememorar tiempos mejores cuando
descansábamos a la sombra de tan exuberante follaje”. Entonces, se puede afirmar junto al narrador que al desaparecer
las dríades con las encinas también se
esfumaron los gratos sueños de lo que, con una lectura superficial, podríamos
asociar a una Edad de Oro, tópico literario que trata sobre el
recuerdo de un tiempo pasado que se considera superior al presente, (utilizando
un cliché, si usted me lo permite, se
resume en la oración “todo tiempo pasado fue mejor”), pero con el cual es
menester no generalizar. En efecto, es irrefutable que las dríades se asocian a sueños y tiempos
placenteros, pero no olvidemos que este mismo relato ya nos ha mencionado que el gobierno del régimen militar de ese
oscuro período de nuestra historia universal
prohibía a la gente juntarse en grupos. Recuérdese, además, que el mismo
narrador trata con cierto desdén a los militares. Y en relación a la flora, los mismos árboles de las dríades
provocaban malestares a muchas personas,
“Las añosas encinas, que muchos todavía recuerdan con cierta desazón
debido a la empalagosa resina que a diario precipitaba desde sus hojas en los
meses de mayor calor”.
El
paisaje cultural conocido hasta entonces tampoco logró permanecer en su sitial. En el relato se menciona la desaparición del
pequeño busto de Manuel Rodríguez, donado por la colonia árabe a la
municipalidad en el año 1956, el cual le daba con orgullo su nombre a la Plaza.
Sin embargo, a diferencia de los elementos mencionados
anteriormente, de éste sí sabemos su destino: frente a la municipalidad de Puente Alto, claro que no siempre se encuentra en este lugar, ya que
lo sacan para diversas actividades organizadas por las autoridades locales y su
reinstalación tarda más de lo debido. Sólo basta darse una vuelta por la
municipalidad para percatarse de este hecho. Les apuesto lo que quieran a que
no encontraran la escultura del guerrillero nacional.
“Y después le tocó el turno a toda la obra gruesa
de la misma, no salvándose ni el más humilde pedrusco puentealtino.”
La
atrocidad cometida a este semillero de memorias y recuerdos por estas
maquinarias que el narrador trata como
bestias y monstruos ofrece un espectáculo horrible que la inmensa mayoría de los transeúntes
no puede presenciar debido a que se
oculta la plaza, “unas monstruosas manos
mecánicas” la cercaron para que nadie pudiera observar cómo se destruía
el lugar en donde tantos recuerdos se crearon. Ya no existía la plaza. “Era el
progreso y esta vez había llegado para quedarse.” Solo se escuchaban los
quejidos y los sollozos de la madre tierra deshonrada, y sus gritos provocados
por estas máquinas extranjeras que nuestra lengua, debido a su constante uso en
labores de construcción y destrucción, ha castellanizado: son los buldóceres: “aquellas insensibles y
articuladas bestias amarillas que, casi con inenarrable sadismo, siempre
destruyen todo lo que encuentran a su paso”.
Después
de consumado el horripilante hecho se origina la No-Plaza, cuyas
características, en un comienzo, fueron las siguientes: “no era más que una extensión cuadrangular de
cemento estéril.”, “la única vegetación consistía en una hilera de palmeras
que, al parecer, habían sido donadas graciosamente por el Regimiento antes que éste abandonara en forma definitiva
nuestra comuna”[19]., “hacia el costado de la Avenida
Principal [Concha y Toro] dos grotescas
moles de acero pintadas de blanco señalaban dos de las entradas hacia el
ferrocarril subterráneo.”, “una caseta sanitaria para que, en caso que sea necesario,
algunos pocos y urgidos transeúntes la utilicen de baño. Lo único malo es que
no han faltado los desubicados que, una y otra vez, insisten en utilizarla a
modo de ascensor para acceder a las instalaciones subterráneas del Metro.” y
“algunos focos a nivel del suelo que desaparecieron, tal vez fueron robados.”
Teniendo en cuenta la enumeración anterior, el narrador se pregunta a sí mismo,
y nosotros como lectores inevitablemente también lo hacemos, “¿Podrá llegar a
tanto nuestra tolerancia?”. Nuestras pasivas respuestas han demostrado que sí y
es más, estamos dispuestos a aceptar mucho más, tal como lo demostró el 30 de
noviembre del año 2005, fecha de la
inauguración de la línea 4[20] y de la bienvenida a la No-Plaza.
Aquel día
la negación misma de la plaza “se llenó de sillas y fue cubierta parcialmente
con un gigantesco toldo y, con bombos y platillos, junto a la guarida terminal
del culebrón metálico también se entregó esta nueva infraestructura a la
comunidad para su completo e íntegro regocijo.” Y es así como “Muchos halagos y
comentarios se escucharon acerca de la modernidad de la No Plaza, pero lo
cierto es que no había plantas ni sitio alguno donde descansar un breve
instante, y el sol daba de pleno en ella a mediados de verano.” Como verá más
adelante, por medio de fragmentos que hemos rescatado de la prensa
escrita, la atención de las autoridades
está concentrada en el Metro y la
referencia que se hace a la plaza es solo superficial. Ante esto, considero muy valiosa la labor que hace nuestro
escritor al rescatar de la memoria,
aunque sea de forma general, algunos comentarios de la ciudadanía presente
aquel día y algunas opiniones que se entregaron en un taller literario, al cual
asistí en un par de ocasiones, por parte de algunos alumnos, cuyos nombre
prefiero no divulgar para evitar algunos problemas a Eric. Él sabe a quiénes me
refiero.
Tiempo
después, aparece una estatua que
está relacionada con el busto donado por la comunidad árabe, pues representa a
Manuel Rodríguez. Según muchos
estudiosos locales, entre los que destacan Juan Serrano y Edison Carreño Ulloa,
el héroe nacional cabalgó por nuestra provincia. El mismo narrador de Imágenes evanescentes señala que el jinete visitó esta plaza[21].
“un día muy lejano él conoció y visitó en más de alguna ocasión”. El
narrador llama a esta estatua “Anomo: un jinete sin rostro”, y apela
a la imaginación del lector,
sugiriéndonos que en su última visita, el revolucionario guerrillero “al
observar los cambios de la plaza quedó petrificado.” En este punto, permítaseme la libertad de
expresar mi particular punto de vista: yo sinceramente creo que la ausencia de
ojos, nariz, oídos y boca se debe a que
no quiere ver, oír, oler la plaza, y
menos emitir comentario alguno sobre ella. Incluso ha quedado desprovisto del
sentido del tacto al transformarse en piedra. En otras palabras, no quiere
saber nada de este lugar. Para mí, esta
figura simboliza a miles de personas que
“conocen” este espacio público,
muchas de las cuales rápidamente transitan por el centro de la No Plaza en
dirección diagonal, sin contemplar el lugar ni por un brevísimo instante. La
plaza no existe para ellas, solo se ha transformado en un paseo peatonal que
les permite dirigir sus pasos desde la estación del Metro hasta los paraderos
del Transantiago, y viceversa, o bien, para acortar camino y apurar los trámites y diligencias que se deben realizar,
transformándose de esta manera en un no lugar “un espacio que no puede
definirse ni como espacio de identidad ni como relacional ni como histórico”[22]
, un espacio de mero tránsito.
Junto con
los modernos asientos se colocaron algunos jóvenes arbolillos sobre aquella
casi estéril superficie, los cuales mostraban su verdor a regañadientes, ya que
se resistían a crecer en un lugar con todas las características anteriormente
señaladas.
No cabe
duda de que correspondía a una plaza
(¿?) que no ofrecía casi ningún atractivo, pero tal como dijo el novelista
inglés Charles Dickens, autor de Oliver
Twist, entre muchas otras grandes obras, tales como David Copperfield, Casa
desolada y Tiempos difíciles, “El
hombre es un animal de costumbres” y las personas no tardaron en acostumbrarse
a la No Plaza “E incluso algunos comenzaron a sentirse orgullosos de ella, de
su modernidad y de su estilo tan similar a otras del viejo y decadente
continente europeo”, tales como la Plaza Mayor de Madrid, la Plaza de San Pedro
en el Vaticano, la Gran Plaza Mayor de
Bruselas en Bélgica, Trafalgar Square en Londres, etc. Pero lo cierto es que
“ya no habría espacio para los gratos recuerdos, pasados ni futuros”, pues cómo
esta plaza con “esta nueva remodelación, tan fría e impersonal va a crear
recuerdos para el futuro.”. Dígame, querido lector, ¿quién va a recordar este
presente que será pasado en el futuro?
Yo creo que nadie.
Después
de transcurrido casi un año, al acercarse la Navidad y el Año Nuevo, se
instalaron pequeños maceteros con pinos
que dificultaban el tránsito de la gente
por la No Plaza, además de un pesebre de tamaño natural “pero todo esto duró
menos que un suspiro”, ya que solo se colocaron por motivo de dichas
festividades.
Esto
todavía no ha finalizado, la brutalidad está muy lejos de concluir aquí, pues
una nueva remodelación se avecinó. Muchos habitantes debido a malas
experiencias con las inundaciones que afectan no solo a nuestra comuna, sino a
la mayor parte de la Región Metropolitana durante la estación de invierno, y a
los continuos problemas con la electricidad,
creyeron que se trataba del
cambio de los conductos de desagüe o la instalación de un tendido
subterráneo por parte de Aguas Andinas o
de la Compañía de Teléfonos, respectivamente, pero se equivocaron pues se
instaló la que según el narrador es “quizá la rúbrica definitiva, la que se
distingue y prevalece ante ojos
primerizos o muy poco observadores.”: “Unas altas estructuras metálicas que en un día de lluvia protegerán menos que
los paraderos del Transantiago.” Como podemos presenciar, nuevamente nos
encontramos con una férrea crítica
dirigida a la modernización, que en esta ocasión se presenta con un carácter
totalmente desprotector.
Y no crea
que esto termina acá. No. Ya que:
“Además,
colocaron numerosos y tradicionales escaños siguiendo los bordes de dicha
estructura, para que la palomas, que a diario se instalan sobre las varillas
superiores, pudiesen practicar su puntería a insano y perverso placer. Aunque
tal ha sido la tónica dentro de muchos ámbitos de nuestra sociedad, la Ley del
Gallinero se manifestará a plenitud y a vista y paciencia de todos.”
Quienes han visto un gallinero saben que
éstos poseen palos horizontales para que
las gallinas duerman. Debido a la disposición de estas piezas de madera las
gallinas del palo superior eliminan sus heces fecales junto con la orina sobre
las que se encuentran en palo inferior y éstas sobre las que se encuentran más
abajo y así sucesivamente. Este hecho corresponde una alegoría de nuestra
sociedad, en donde la persona que está arriba daña a la que se encuentra más
abajo. He ahí la famosa “Ley del
Gallinero” y que según las palabras de Imágenes
evanescentes se practica en la mayor parte de la sociedad. O sea, de la
cita anterior se puede inferir que, disculpando la soez expresión, literal,
metafórica y alegóricamente estamos entero
caga’os[23], ya
que nos encontramos en el último palo del gallinero como lo han demostrado
todos los antecedentes hasta aquí se han expuesto y como lo reafirmarán los
párrafos que vienen a continuación.
Como se
señaló al iniciar este análisis, el protagonista habla en el 2008, por lo tanto considera los cambios
ocurridos hasta dicho año. Entonces,
resulta necesario indicar que la forma de dichas estructuras metálicas, después
se repitieron en el costado norte y oeste de la plaza, es decir, hacia las
calles José Luis Coo y Concha y Toro, respectivamente, ¡Qué idea más genial!
(Pero no nos detengamos con este tipo de comentarios.) Los cambios continuaron,
“Las escaleras que invitaban hacia el centro de la Plaza”, (¿La “Plaza”?, ¿Por
qué aparece la “Plaza”?, ¿No que era la “No-Plaza”?, Claro que sí, pero el
narrador la denomina de la primera forma solo por costumbre, ya que queda el recuerdo. Pero
para muchos, dentro de los cuales me incluyo, está claro que se trata de la No
Plaza), fueron reemplazadas por rampas de adoquines para que por ellas circule
la tercera edad y los minusválidos sin mayor dificultad, pero lo más
tragicómico es que afectan a los
jubilados, quienes a trastabillones y corriendo
deben descender a causa del desnivel. De esto se deduce que todo lo que se realiza en este lugar está
malo. Así lo confirmará, poco después, la instalación de los modernos asientos
y los jardincillos enrejados en el
sector sur de la plaza, cuya distribución además de obstaculizar la observación
del entorno con solaz y placer, desorientan a los transeúntes hasta llevarlos a
una situación angustiante que el mismo
narrador ha experimentado y ha comparado con la que ha sentido el
Minotauro[24]
atrapado en su laberinto. Y es más, cree que en este rincón puentealtino algunas personas hayan desaparecido para
siempre.
Se
podrían seguir entregando muchos más detalles como los mencionados más arriba,
pero lamentablemente esto no se realiza debido a que el narrador
protagonista intenta alejarse “de todos
aquellos sujetos en clara actitud sospechosa que, de repente y en todo momento,
ahora merodean sobre la Plaza en busca de alguna ocasional víctima para
desplumar.”, en clara alusión a todos los cogoteros que pululan en el sector y
que la literatura ya ha manifestado en otras creaciones, tales como Por no saber, poema escrito por Erasmo
Domínguez Santibáñez, en donde asaltantes y ladrones son elementos que no
solo ornamentan la plaza, sino a toda la comuna “Si hoy hasta los patos malos adornan este
lugar”.
Al finalizar el cuento se afirma que
siempre ocurrirán modificaciones que no siempre serán para mejor, pues si en
las próximas elecciones gana ese cambio tan difundido por la derecha chilena,
(cómo olvidar el famoso “¡Viva el cambio!”[25]), qué pasará con la plaza. Por lo que hemos
visto, algo siempre peor. Ante esto, la misma pregunta nos sigue invadiendo a
cada instante, y nuevamente se hace explícita “¿Podrá llegar a tanto nuestra
tolerancia?” Hasta el momento hemos demostrado que sí, de ahí que seamos
tratados como tercermundistas, como personas que vivimos en un territorio con
un escuálido desarrollo económico, político, social y cultural y que después de nuestra muerte merezcamos
ser comidos por los gusanos que habitan este espacio degradado sin dejar rastro de nuestro paso por la
tierra.
Una vez que
hemos terminado de alimentarnos con el texto de Eric Soto Lavín por medio de estos
análisis, conviene dirigir algunas
palabras a dos creaciones de un poeta popular que muchos puentealtinos conocen
para establecer algunas semejanzas y diferencias entre los puntos de vista de
sus hablantes líricos y el narrador de Imágenes
evanescentes.
Al
comenzar la lectura de los primeros
versos del poema Con cuánta tristeza
de Erasmo Santibáñez Domínguez, lo que
inmediatamente salta a la vista es la
concentración en la temporalidad, “Con cuanta tristeza evoco yo el tiempo/ En que en estos
campos era feliz, / Yo y mi esposa unidos aquí por el tiempo / Que nos tocó
vivir.” Por lo tanto, es de suma importancia concentrarnos en el “tiempo”,
valga la redundancia, que ya sucedió,
vale decir, el pasado, y el presente en
el cual se sitúa esta voz ficticia, pues
en ambos se dan a conocer distintos estados de ánimo, según lo que nos expresa
el hablante lírico. Efectivamente,
cuando se menciona el pasado se manifiesta un bienestar y una felicidad
asociados al amor correspondido, a la naturaleza y a ese medio de transporte
tan querido por nuestros antepasados, me refiero al ferrocarril Llanos del Maipo: “era feliz”,
“Todo muy bonito yo iba viendo / Si hasta
el Raco viento me hacía feliz / Era santiaguino, pero qué contento / Me
hacía el trencito trayéndome aquí.” Mismos sentimientos que, como ya se
mencionó, comparte con la amada “Junto a mi señora venía contento / Si a ella le
gustaba venir siempre aquí / Yo era dichoso cumpliéndole a ella / Si ella era
mi estrella aquí en mi vivir.” En cambio, cuando nos concentramos en la
referencia al presente encontramos pesadumbre y malestar debido a que los
elementos de esa plaza tan apreciada desaparecieron producto de la
modernización. En este punto, es interesante evidenciar la antítesis que
establece el poeta con el recuerdo y el olvido, porque si bien es cierto
que escribe sobre la pérdida de sus
gratas memorias, también lo es el hecho que estos mismos versos cumplen la
función de perpetuar en el tiempo los sentimientos del escritor. “Siempre la
recuerdo por este lamento / Que yo voy sintiendo porque la perdí / Y solo el
recuerdo yo iba teniendo / Aquí en esta plaza y hoy ya lo perdí.”
Nótese que al igual que en Imágenes Evanescentes se culpa al progreso, asociado a la
modernización, por la destrucción de la plaza,
pero mientras que para el narrador de aquel texto “la modernidad avanza
sin cuestionamientos”, es decir, sin pensar, sin reflexionar y sin criticar,
para el hablante lírico de Con cuánta
tristeza esta modernidad no posee sensibilidad “El progreso avanza ya sin
sentimientos.”
Sin duda alguna, usted jamás olvidará las
horribles transformaciones que sufrió la plaza. No quedó absolutamente nada de
lo que existió antes de que se iniciaran las labores de construcción de la
línea 4 del Metro en dicho lugar. Así también nos lo confirman los versos
del poema. “¡Ay cuánto yo siento venir hoy aquí! / En donde ya nada queda
del recuerdo / Que hace cuarenta años aquí yo viví.”
Pero
pese a todo, es muy importante señalar que en la retina aún están
presentes las características de la antigua plaza. Efectivamente, en la última estrofa presenciamos cómo el
pasado y el presente se fusionan “¡Ay,
mi plaza hermosa,” para preguntar por aquél árbol, en cuyo tronco mi querido
amigo, según él mismo me confesó, grabó la forma clásica de un corazón para
escribir en su interior “Erasmo y
Catalina”. Como puede percatarse, murió la plaza, murió su amor, murió el árbol
y paulatinamente están falleciendo sus recuerdos, elementos esenciales de su
vida que se esfuerza por mantener vivos en este poema. Ahora bien, si usted
quiere ir más allá y saber la causas del fallecimiento de su amada esposa es
menester leer el poema De nuevo, el
cual cito sin mutilación alguna en honor a la musa inspiradora:
"Aquí nuevamente me
encuentro,
Escribiendo a esta hermosa
plaza que para mí murió,
Tal vez si renazca con todo su orgullo,
Mas lo que aquí hubo recuerdos
ya son.
La verdad, Puente Alto ha
cambiado mucho.
Ya no está el orgullo de esta
región,
Que era el trencito que paseó
a los suyos
Desde Plaza Italia a este
sector.
Ya pronto aquí el Metro será
realidad,
Con el adelanto que es
esplendor
Y nuestra comarca que era
huasteca ya vive el embrujo, la modernización.
En dónde quedaron pregunto
angustioso,
Y nadie me dice lo que aquí
pasó,
Con la hermosa plaza que era
nuestro orgullo
Y tantos recuerdos de amor
escondió.
Para el que esto escribe
Es muy doloroso recordar la
historia que aquí se escribió,
En donde mi esposa gritó con
pena mi esposo querido perdona el dolor.
Aquí me despido de ti como
siempre
Diciendo que te amo con todo
mi amor,
Mas se va mi vida pues tengo
Leucemia,
Justo un mes me queda de estar
junto a ti
Por eso yo clamo en forma
angustiosa
Porque pasan cosas de tanto dolor,
El progreso avanza, llevando
las rosas
Y esos mensajes tan llenos de
amor.”
Recordemos que la idea de la muerte de la
plaza también está en Imágenes Evanescentes cuando se presenta
un territorio denominado la “No-Plaza”, es decir, la negación misma de la
plaza. Se nos podrá refutar que más adelante, el narrador la llama nuevamente
“Plaza”, pero esto solo obedece a la costumbre. Por nada más. (Recordemos la célebre
frase de Charles Dickens).
La relación víctima-victimario entre la
plaza y el Metro, respectivamente, también la encontramos en Puente
Asalto, de Kjesed.
Nótese que en esta crónica
también aparece la estrecha relación de dicho espacio público con un personaje
que ya forma parte de nuestra historia local:
“Su
plaza era preciosa, llena de árboles donde los abuelos se dormían a la hora de
la siesta dándole comida a las palomas... Y dicen que vivía un pingüino, mi
abuela lo vió [sic.], que vivía feliz en la pileta que estaba frente a la
"callampa" de la plaza, hasta que un dia [sic.] se murió, igual como
murió la plaza cuando llegó el metro.”
En base a toda la información expuesta a
ustedes hasta el momento, podríamos aseverar irrefutablemente que la visión que comparten los creadores literarios
que acabamos de analizar es compartida por todos y cada uno de quienes
conocimos la plaza antes que se
realizaran las obras de construcción de la línea 4, sin excepción
alguna. Sin embargo, estas ideas contrastan rotundamente con las
ofrecidas por el discurso institucional. Obsérvese, por ejemplo, cómo nos da la “Bienvenida” la Editorial de
la Plaza de Puente Alto.
“Más allá de lo que diga la prensa, de lo que nos
cuenten, de lo que nos dijeron y de lo que supimos porque otro nos contó que
así fue. Puente Alto tiene, como muy pocas ciudades en Chile, identidad. Tiene
magia, mística y lugares maravillosos. Valores, fuerza, historia, una plaza de
verdad que aun [sic.] vive en la
memoria de su gente con árboles
centenarios, niños jugando, uno que otro perro vago, un curadito durmiendo “la
mona” y ancianos disfrutando del paisaje a la sombra una tarde después de
almuerzo. Y si bien hoy la plaza no es la misma, su identidad ha sabido
mantenerse intacta, autosalvarse del ingrato modernismo (…)”[26]
Después
de leer la cita anterior, me sigo preguntando una vez más, al igual que el
narrador de Imágenes Evanescentes
“¿Podrá llegar a tanto nuestra tolerancia?”
a la cual sumo, ¿creen que somos tontos?, ¿se están burlando de
nosotros?
Se habla
de que la identidad de la plaza ha permanecido inmutable, cuando con una
primera y superficial mirada se comprueba
que esto está lejos de ser así, de lo contrario aún veríamos a los niños
dando vueltas de carnero sobre los panterres, a los deliciosos algodones de
azúcar coloreando aún más el bello paraje, mientras padres e hijos juegan a las
escondidas o al pillarse… “¿autosalvarse del ingrato modernismo?”, ¡¡¿Quééé?!!
No, por favor, no me vengan con cuentos. No les compro y cómo voy a hacerlo con
una página que utiliza la palabra modernismo como sinónimo de modernidad o
modernización, ¡craso error!
El término modernismo posee distintas
acepciones, ambas se refieren a
movimientos surgidos a fines del siglo XIX. Existe un modernismo religioso, un
modernismo arquitectónico y otro literario.
El objetivo de este último, a grandes rasgos, es conseguir la belleza
como medio para escapar de la realidad
común y corriente e ir en contra de todo lo que represente la sociedad burguesa reinante. Me encantaría
seguir refiriéndome a esta corriente con
la profundidad que se merece, sobre todo considerando que dentro de sus
principales exponentes se encuentra
Rubén Darío (fundador del movimiento), uno de mis poetas favoritos, pero
esta labor generaría una digresión que nos apartaría del tema que nos convoca.
Lo único que me queda por señalar es que la palabra adecuada es modernización,
pues la cita se refiere al proceso de industrialización y tecnificación que ha
influido en los modos de vida del ser humano.
Después de realizada esta lacónica
aclaración me siento en uno de los bancos de la hermosa plaza de Puente Alto,
esperando a Eric Soto Lavín para presentarle mi trabajo. Observo a las
personas, cada una de las cuales me devuelve
una temerosa mirada. Puedo leer su miedo. Creen que las quiero cogotear.
Pero insisto en mi acción, pues me digo que si quiero convertirme en un escritor profesional como quien pronto
llegará hasta mí, debo despertar todos mis sentidos. Por tal motivo, sumo la
audición a mi trabajo y escucho la
conversación entre dos señoras y un guardia, quien se acerca aún más a una de
ellas y le aconseja que guarde su celular porque hace pocos minutos un tipo que
iba con una caja de helados bajo el
brazo le robó uno de estos mismos aparatos a una lola que se encontraba sentada
en uno de los asientos vecinos. La señora
le hace caso y lo guarda en su cartera, como si al esconderlo en su
interior el peligro desapareciera en forma definitiva. Luego comenta que le extraña
que los delincuentes actúen a plena luz del día ante los guardias que se
pasean por el lugar y los carabineros que siempre están presentes en el costado
oeste de la plaza, en la calle Concha y Toro. El joven guardia no tarda en soltar
su lengua y aprovecha de decirle que no
creería las cosas que ocurren en su lugar de trabajo. Menciona que en la noche
las prostitutas ocupan las bancas para ofrecer sus servicios sexuales y que muy
temprano en la mañana, antes de que las personas comiencen a utilizar el Metro, las señoras del aseo
tienen que recoger decenas de condones, “¡Qué asco!” Grita con espanto la misma
señora. El guardia se despide, después de un sincero “¡Cuídense!”, momento en
el cual llega nuestro gran escritor, a quien no tardo en contarle lo que acabo
de escuchar. Como siempre recibe mi información pacientemente y le digo
que seré yo quien escriba un relato
sobre el ejercicio de la prostitución en el
laberinto del minotauro.
Conversamos con Eric sobre la historia y la literatura de la Provincia
Cordillera por un par de horas, sobre todo de Imágenes Evanescentes. Después de despedirnos me dirigí a mi casa a
escribir el trabajo que en estos momentos presento a usted. Finalmente, me dije
que debido al cansancio que ya se apoderaba de mí, a primera hora del día
siguiente escribiría el texto que me había propuesto. Pero antes de acostarme
para dormir, recibí a través del chat de
Facebook, Plaza Roja, un cuento de mi
estimado amigo, que se concentra en el funcionamiento de la No Plaza cuando el
mercado sexual se ejerce y que usted puede, al igual que todos los textos
literarios que he citado, leer en nuestra página.
Como
puede apreciar, queridísimo lector, la literatura ha servido para sacar a la luz muchos hechos que desconocíamos sobre
la Plaza de Puente Alto, principalmente las pequeñas y grandes transformaciones
que ha sufrido, pasando de ser un
hermoso espacio que reunía a la familia, amantes y niños a un prostíbulo
instalado a plena luz de la noche. También la literatura ha servido para dar a
conocer cómo esta brutal conversión ha afectado los pensamientos y sentimientos
de quienes la conocieron. Tal vez actúe
como un conservador, pero sigo preguntándome “¿Podrá llegar a tanto nuestra
tolerancia?”, ¿Y qué hay de nuestras autoridades?, ¿Está en ellas cambiar el
estado actual de las cosas? Al parecer, solo digo que “al parecer,” no. Por
eso, estoy convencido de que somos los
ciudadanos a quienes nos ha llegado el momento de transformar la realidad, ¡En
la ciudadanía está la esperanza! Esa misma que jamás ha sido considerada en las
decisiones de las autoridades políticas que trabajan codo a codo con los
empresarios. Entendámoslo de una vez por todas y para siempre, a ellos sólo les
interesa el voto para seguir prolongando el período de su mandato. Ellos sólo
quieren más poder.
Efectivamente, bástenos recordar
el 30 de noviembre del año 2005, fecha en que se inauguró en la explanada de la
plaza la línea 4 del Metro. El
espectáculo ofrecido aquel día estuvo a cargo del presidente de la República,
Ricardo Lagos, del ministro de Hacienda, Nicolás Eyzaguirre, del Ministro de
Obras Públicas, Jaime Estévez, del alcalde Manuel José Ossandón, del Presidente
del directorio de Metro, Fernando Bustamante,
del director del metro de París, Alain Caire, y de Philippe Citroën, el
director manager de Systra Group, empresa francesa que por décadas ha trabajado
con el Metro de Santiago, entre otras muchas otras autoridades políticas y
empresariales, cada una de los cuales fue
fervientemente ovacionado por casi tres mil personas.
Los
discursos emitidos por integrantes de ambos bandos políticos, tanto de la
Concertación como de la Alianza, tenían como eje central hacer hincapié en el
compromiso que se cumplía ese histórico día. Veamos qué dijeron algunos de
estos personajes:
Manuel José
Ossandón:
“Quiero darles las gracias al gobierno, al señor
Presidente. A todos, por haber cumplido. La verdad es que hace tres años y
medio estuvimos acá e hicimos un compromiso que sellamos entre todos, de hacer
un trabajo, de apoyarnos. Hemos hecho un trabajo, que cuando lo miramos como
empresa, como gobierno, como municipio lo pensamos para mejorar la calidad de
vida de nuestra gente. Hoy, todos ganan”[27]
Fernando
Bustamante:
“Hoy estamos cumpliendo el compromiso que asumimos
en mayo de 2001, cuando el Presidente de la República asumió que la nueva línea
de Metro sería ésta. Pues bien cumplimos.”[28]
Jaime
Estévez:
“Hoy
es un día de fiesta para esta provincia y para todo Santiago. Al inicio del
mandato del presidente Lagos, él prometió, en esta plaza, este metro… y su
gobierno cumple”[29]
¿De qué plaza está hablando Jaime Estévez?
Ricardo Lagos:
“Esta línea 4 fue un proyecto íntimamente anhelado
por el pueblo puentealtino. Yo cumplí mi promesa. Cuando fui candidato
dije que en mi período iba a llegar al
[sic.] Metro a Puente. Hoy, el Metro llegó a Puente Alto.”[30]
Las
anteriores frases no resisten mayor análisis. Quienes las emiten se sepultan
bajo su propio peso. Así es. Con una primera lectura superficial queda al desnudo que la intención de las
frases emitidas por Ossandón, Bustamante,
Estévez y Lagos apunta a
(auto)presentarse como verdaderos e
intachables hombres de palabra, al igual que el resto de las autoridades políticas
y empresariales con quienes trabajaron[31], pues cumplen lo que prometen y esto la ciudadanía
lo acepta, lo agradece y lo celebra sin crítica alguna, ya que como lo señala
el ministro de Obras públicas , cuya cabeza, se observará, está llena de números, cifras, operaciones
matemáticas, razones y proporciones, “Para la gente de Puente Alto la
diferencia será un cambio absoluto. Un estudiante, un trabajador, demoraba ida
y vuelta tres horas diarias hasta el centro de Santiago. Hoy lo hará en 70
minutos. Lo que significa un ahorro de 40 horas al mes. De 20 días al año. Eso
es calidad de vida”[32]. Misma calidad de vida que hoy se aprecia en el
horario punta con una masa de enloquecidas personas que busca su lugar a empellones sin importar
niños, ancianos, embarazadas ni personas en situación de discapacidad.
¿Y qué
pasa con la plaza de Puente Alto?, ¿qué sucede con aquel hermoso lugar que
cobijó gratos recuerdos, donde jugué a
la pelota, a las escondidas, al pillarse, y/o a la pinta con mis queridos hermanos?, ¿qué pasó con ese espacio en donde decenas de
sonrisueñas familias disfrutaban de helados, algodones de azúcares y cabritas?,
¿qué pasó con ese lugar donde era posible acostarse en el refrescante pastito
para dormir una plácida siesta? Me pregunto, ¿qué pasa con la plaza en el
discurso de los políticos?, ¿existe una referencia a ella? Obsérvese que apenas se la menciona, y cuando se lo hace es para mostrarla como el escenario en dónde se prometió y se
cumplió. Sólo eso. Nada más. De lo anterior, se desprende que la ciudadanía por
nada del mundo debe olvidar este hecho…
¡por nada! Sobre todo cuando en tan solo ochos días más (11/12/05) tenga que elegir a diputados,
senadores y al presidente de la
República. En otras palabras, y sin ir más lejos, esta inauguración fue
planificada para asegurar los votos de
una ciudadanía plenamente satisfecha
debido a que ya no tendría que realizar largos y tediosos viajes a sus fuentes de trabajo, principalmente.
Sabemos
muy bien cómo el poder político controla los medios de comunicación para su propia conveniencia, y la prensa local, a un día de que se desarrollen las elecciones,
refuerza esta idea al hacer un llamado a todos los ciudadanos lectores del periódico para que elijan a quienes mejor
los represente en la toma de decisiones políticas:
“Mañana domingo viviremos una vez más la fiesta
democrática que nos caracteriza como país libre y civilizado, por medio de la
cual se nos brinda la oportunidad de elegir aquellos representantes en los que
confiamos guiarán de la mejor forma los destinos de nuestra nación […]
Llegó la hora de que la conciencia de cada uno
aporte de manera más objetiva y soberana a elegir a quienes creemos lo podrán
hacer mejor”[33]
¿Y qué se
dice en el Puente Alto al día sobre
la plaza? Sólo se señala que representa el costo y el precio que hay que pagar
si queremos progresar.
“Sin dudas que la Plaza de Armas de nuestra ciudad quedó muy parecida a la de
Santiago, me refiero a lo árido y al poco verde del que estábamos acostumbrados
a gozar; ahora con más lugares de
desplazamiento para peatones, sin una “concha” y sin alguna pileta de agua para
refrescar la visual. Todo a cambio de la modernidad, del anhelado metro que
todos los puentealtinos queríamos tener.
Una cosa por la otra, todo tiene su costo.”[34]
Ahora
bien, yo me pregunto, ¿qué sucede cuando no se considera al capital ciudadano
en la toma de decisiones? Los problemas surgen inmediata e
inevitablemente y se manifestan desde el
primer día. Un ejemplo lo constituyó el caso de los colectiveros que trabajaban transportando pasajeros hacia
y desde La Florida y Santiago, quienes
vieron afectados sus sueldos con el
funcionamiento del Metro.
Por
supuesto que todo lo anterior sucede cuando no se toma en consideración a diversas organizaciones sociales,
llámese junta de vecinos, sindicatos,
clubes deportivos, etc. en las
decisiones políticas. En este caso el municipio
no pensó antes en dar una
solución a un problema que se avecinaba evidente. Y si bien es cierto que el
alcalde ofreció su ayuda[35], esta dificultad debió haber estado resuelta antes
del 30 de noviembre del 2005, pero no ocurrió así, y ello simplemente porque no
se escuchó como debía en el momento oportuno a los choferes y dueños de los
colectivos, así como tampoco se consideró a ningún sector de la ciudadanía en
la remodelación de la plaza de armas de la capital de la Provincia Cordillera.
Pero
detengámonos un momento, pues también debemos comprender a quienes no
están de nuestra parte y empatizar con
sus refutaciones. Es obvio que en este tema muchos estarán en desacuerdo con
los puntos de vista que se han expresado en el presente trabajo, como por
ejemplo, Teresa, que manifestó su entusiasmo con las siguientes palabras:
“(…) contamos con un Nuevo transporte, amable,
cómodo y amigable con el medio ambiente (…)
Me
siento orgullosa de ser puentealtina, y de ver cómo mi gente busca ser feliz
como es el lema de La Pintana”[36] (“La Pintana, el lugar donde la gente busca la
oportunidad de ser feliz”).
O como mi
amigo Oscar, quien me asegura que la actual distribución de las bancas le
permite conversar con la gente sin obstáculo alguno. Es más, para él resultó favorable este cambio, ya que trabaja
como encuestador y el laberinto, le permite dirigirse a las personas con mayor
facilidad.
Así mismo, la Municipalidad de Puente señala que la
esencia de este espacio público se ha mantenido intacta, que debido a su importancia citamos in
extenso:
“La plaza principal, Manuel Rodríguez,
constituye el espacio de encuentro entre sus habitantes, los
antiguos y los “nuevos” puentealtinos. La remodelación realizada producto de la
construcción del metro que consideró una gran explanada, y que se ha ido
transformando con la plantación de nuevos árboles, con el aumento en el número
de escaños, con la instalación de una pérgola de fierro y la inauguración de un nuevo odeón que revivirá los
antiguos tiempos de las retretas
domingueras y la presentación de
grupos-artísticos-culturales, no ha mermado para nada su importancia histórica.
Actualmente esa idea se ha visto reforzada al constituirse como estación
terminal del metro, adonde confluyen todas las personas, los taxis colectivos y
otros medios de locomoción, además de estar rodeada de un potente y moderno centro
comercial y financiero donde se siguen realizando todo tipo de actividades
recreativas”
Y usted,
atentísimo lector, ¿qué opina al respecto? Ya leyó a algunos escritores,
investigadores, políticos, etc. Ahora es
usted quien tiene toda la palabra. Con ansias espero vuestro comentario.
Yo por el
momento dejo hasta acá mi trabajo (muy pronto lo retomaré), llamando a todos a
no creer más en la misma clase política y empresarial de nuestro país, o acaso
usted, por ejemplo, le cree todo al
señor Ricardo Lagos cuando nos dice que
“el Metro va a ser un elemento central del transporte de los
santiaguinos, con su eficiencia, con su rapidez, con su seguridad y con el
respeto medioambiental.”[37]…¡¿respeto medioambiental?!... por favor, basta de
burlas, ¡aburrámonos de ellas de una vez por todas!
……………………………………………………………………………………………....
Este trabajo lo retomé tres años después. Lo leí de
un tirón y lo encontré interesante. Lo reelaboraría, le pondría poesía, lo
invadiría con las más diversas figuras líricas, pero me tendría pegado unos
tres años más y es hora de darlo a luz.
[1]
Sobre las personas asesinadas y detenidos desaparecidos en la Provincia
Cordillera durante el gobierno militar
del general Augusto Pinochet y de la placa del memorial que se construyó en su
homenaje, véase
www.elclarin.cl/web/noticias/cronica/14964-inauguran-placa-del-memorial-por-la-justicia-y-la-dignidad-en-la-provincia-cordillera.html.
Visita realizada el
[2] Tropo que consiste en unir dos imágenes o
sensaciones procedentes de diferentes dominios sensoriales. Por ejemplo, dulce suavidad, verde
armonía, perfumada amargura, etc.
[3] Por ningún motivo, el lector vaya a pensar
que este negocio desapareció, pues en la
actualidad se encuentra a la vuelta de la esquina, específicamente en calle
Balmaceda número 184. Pero ahora solo se venden helados artesanales. Al
consultar por el traslado del local, un par de señoritas que atendían en él,
quienes prefirieron no dar sus nombres, me comentaron que producto de la
remodelación de la plaza, el Oasis se vio obligado a cambiar de dirección, ya que las obras de
construcción del Metro impedían el paso de los peatones y con ello las ventas
se vieron afectadas. Cuando llegó la dueña a la heladería, le comenté el
trabajo que estaba desarrollando y
textualmente me dijo que “lo más bonito
de todo es que actualmente mucha gente
de la tercera edad viene para acá a tomar helados, mientras recuerdan las cosas
que hacían en la plaza después de salir del
colegio.”
[4]http://www.tebeosfera.com/1/Documento/Articulo/Especial/Chile/1900a1973b.htmculturadebolsillo.blogspot.com/2012/12/revista-el-pinguino.html
señala que “Desde 1956 El Pingüino ocupó lugares semi-secretos en los closets y
los cajones de nuestros abuelos. Su contenido incluía una selección de chicas
en bikini que hoy serían considerados enormes y en el mejor de los casos la
tentación provenía de muchachas en topless provenientes normalmente de agencias
internacionales.
Las chicas se exhibían en
ropa interior con los senos escrupulosamente tapados con las manos o si la foto
lo permitía, con estrellas pintadas sobre la fotografia [sic.] para impedir que
se vieran sus partes intimas [sic.]
La revista también traía
caricaturas divertidas dibujadas por los mejores artistas de la época con
graciosos e ingeniosos personajes que se recuerdan hasta el día de hoy.”
[5]Véase
la Editorial en http://www.plazapuentealto.cl/?p=1. Mantengo la ortografía de la fuente, sin
corrección alguna de mi parte.
[6]
Doblemente lamentable, ya que tampoco hemos podido dar con el blog.
[7]
Ver www.youtube.com/watch?v=711wwRC6le4. Visita realizada el
[8]
Este tópico será analizado en un estudio dedicado a la literatura del poeta
José Ángel Cuevas que gira en torno a
Puente Alto.
[9]Verwww.facebook.com/photo.php?fbid=409461492595439&set=a.263361870538736.1073741828.100005947758617&type=1&theater
[10]issuu.com/puentealtoaldia/docs/edicionagosto24?mode=embed&layout=http%3A%2F%2Fskin.issuu.com%2Fv%2Flight%2Flayout.xml&showFlipBtn=true
(p.11).
[11]
En esta dirección encontramos en el primer piso la Nueva Pescadería El Muelle y
en el segundo el bar-restaurant El Muelle – Frutos del mar, donde, tal como
se lee en sus ventanas, es posible disfrutar de un mariscal frío y caliente,
merluza frita, reineta a la plancha, paila marina, salmón margarita, mariscos
parmesanos, jardín de mariscos, etc.
[12]
Este relato está basado en un hecho real acontecido en la carnicería Miro a
principios de la década de los noventa.
[13]
Según las palabras que en una de las tantas conversaciones me dirigió Eric Soto
Lavín, en su época de mayor apogeo y esplendor, la tienda tenía otras
sucursales, a las cuales llamaba El Pingüino II y El Pingüino III.
[14]
Como se habrá dado cuenta, el título
del presente trabajo hace referencia a un solo lugar, pero me vi en la placentera obligación de pasearme por
alguno de los principales lugares de la comuna.
[15]www.facebook.com/frasespuentealtinas/photos/a.407772219412917.1073741828.407652516091554/414295822093890/?type=3&theater. Visita realizada el 12/11/15.
[16]
Por ejemplo, en una reunión que tuve con mis amigos de la agrupación Vecinos
por el patrimonio con motivo de la organización del Día del patrimonio, comenté
mi trabajo sobre el pingüino puentealtino. Al preguntársele al papá de una amiga si había conocido al
personaje, respondió “Sí, lo vi hasta el once de septiembre del setentaitrés”
[17]
Sobre la cantidad de palmeras, en una conversación, Eric Soto Lavín me dijo que
vio en una fotografía antigua tres palmeras.
[18]Existe
una extensa clasificación de las ninfas, pero comprenderá que no es este el
lugar para extendernos en un profundo análisis de estos seres mitológicos, pues
su estudio escapa al principal objetivo de este trabajo. Para orientar al lector no familiarizado con
estos seres, señalaremos que en la
mitología griega, las ninfas corresponden a deidades menores asociadas a
lugares hermosos (ríos, bosques, montes,
grutas, etc.). Se dice que son
hijas de Zeus, pero un determinado tipo
de ninfas acuáticas, conocidas con el nombre de oceánides, son consideradas
hijas de Océano. Similar es lo que ocurre con las náyades “Ninfas de las aguas (fuentes, manantiales,
arroyos…), ya que algunas veces son llamadas hijas de Zeus y en otras, hijas de Océano. Ver Índice
onomástico, Ó. Martínez. En Odisea.
Homero. Editorial Gredos. S.A. 1982. p. 440.
[19]
El Regimiento de Ingenieros n° 2 de Puente Alto se retiró de la comuna el 13 de
noviembre del año 2003. Junto con el
Regimiento de Infantería n° 3“Yungay”
(San Felipe), el Regimiento de Infantería n° 18 "Guardia Vieja" (Los
Andes) y parte de los medios del Grupo de Artillería General Escala del
Regimiento de Infantería n° 21 "Arica" (La Serena) forma parte
del Regimiento Reforzado n| 3
"Yungay" del Coronel Nicolás Maruri Gasco. Para mayor información,
véase es.wikipedia.org/wiki/Regimiento_Reforzado_n.%C2%BA_3_%22Yungay%22
[20]
En un comienzo, y a partir de este día, los viajes por la línea 4 comenzaban en
la estación Plaza Puente Alto hasta Vicente Valdés, después el recorrido
continuaba con un bus del Transantiago hasta el metro Los Orientales, lugar de
transbordo en donde uno podía seguir su viaje hacia el sur (hasta la estación
Grecia) o hacia el norte hasta la estación Tobalaba. Para el viaje de regreso,
el lector inferirá, que los viajes desde la comuna de Providencia hasta nuestra
comuna, se realizaban en forma continua desde Tobalaba hasta Grecia. Quienes desearan continuar su viaje hasta Vicente
Valdés debían trasladarse en el bus de acercamiento que salía en metro Los
Orientales hasta aquella estación para seguir en el ferrocarril metropolitano,
cuyo trayecto finalizaba en la Plaza de Puente Alto.
[21]
Con esta afirmación respondemos a la pregunta de maggi [sic.] , “y ese caballo
todavia no entiendo a que viene...”.
[22]
Augé, Marc. (2009). Los no lugares. Espacios del anonimato.
Antropología de la sobremodernidad. España. Editorial Gedisa. p. 44.
[23]Inmediatamente se
vienen a mi mente los siguientes versos del poema “Puente Alto colapsó” de
Poesía del American Bar de José Ángel
Cuevas “Estamos miao de perro. Son hordas que dan jugo / Terrible de cuático /
sabís que sí. /Con el alma de Hanz Pozo / A ti te digo /Más cagados que palo ‘e
gallinero /pero filo con esos cuerpos tirados por los cerros en la ley de la
vida mirando las nubes.”
[24]
El Minotauro era un ser
con cabeza de toro y cuerpo de
hombre, hijo
de Pasífae y el Toro de Creta. Fue encerrado en un laberinto creado por el
artesano Dédalo, ubicado en
la isla de Creta. Por muchos años, siete hombres y otras siete mujeres eran
llevados al laberinto como sacrificio para alimentarlo hasta que un día murió a
manos de Teseo.
[25]
Fue el eslogan del candidato Joaquín Lavín para las elecciones
presidenciales del año 1999. Con dichas palabras hacía un llamado a la
ciudadanía a no elegir a los candidatos pertenecientes a la
coalición que se encontraba en el gobierno, ya que durante los diez años que
llevaba en el poder, no había solucionado los problemas de desempleo, salud,
educación, delincuencia, etc.
[26]
http://www.plazapuentealto.cl/?p=1
[28]
Ibíd.
[29] Ibíd., p. 9.
[30]
Ibíd.
[31]
Por supuesto que en los discursos no serán mencionados los obreros que
participaron en la construcción del Metro, ¿o acaso cree usted que se iba a
recordar, por ejemplo, a Francisco Segundo Carreño Campos, quien estuvo a punto
de perder la vida a raíz de una descarga
eléctrica? Ver “Inconsciente retiran a trabajador desde pique del Metro”. Puente Alto al día. 2005, mayo, 07. p.3. y “Continúa crítico obrero
que se accidentó en obras del Metro. Puente
Alto al día. 2005, mayo, 11. p.3
[32]
Op. cit. p. 8.
[34]
“Una plaza más árida”.
Se me cayó el C.D. Por el Lengualarga.
Puente Alto al día. 2005, diciembre
03. p.5.
[35]
“Tenemos que ayudar a los colectiveros, pues la llegada del Metro les disminuyó
la clientela”. Puente Alto al día.
2005, diciembre 21.
[36]
“El avance de Puente Alto”. Cartas al Director. Puente Alto al día. 2005,
diciembre 10. p. 15.
[37]
“Presidente Lagos cumplió su promesa: “Cuando fui candidato dije que iba a
haber un Metro en Puente Alto. Hoy el Metro llega a Puente Alto.”” Puente Alto al día. 2005, diciembre 3.
s/n°.