lunes, 25 de diciembre de 2017

La Llorona [1]


                      Recopilado por Julio Arancibia O.
 Aproximadamente en el año 1800 llegó a la villa de San José de Maipo, desde Santiago, acompañada por su esposo y sus hijos, una mujer llamada Norma. San José era un pequeño y tranquilo poblado en el que vivían unas pocas familias campesinas y los mineros del yacimiento de San Pedro Nolasco. Norma y su familia se instalaron en una pequeña casita cerca del río, en lo que hoy llamamos “Camping del Río”. Allí, como cualquier mujer de la época, se dedicó a criar a los hijos y a plantar y cuidar su huerto, mientras su marido trabajaba en la mina y se aparecía muy de vez en cuando por casa. Se sabe, sin embargo, que la soledad, la paz, suele hacer surgir desde lo más hondo de la psique humana aspectos desconocidos y a veces siniestros de la personalidad. Eso fue lo que aconteció con Norma.
El tiempo pasaba. Ella no lo notó al principio, pero de pronto un día se dio cuenta que su marido cada vez venía menos a casa. Comprendió que su ausencia se debía al mucho trabajo que él tenía, pero eso no la consoló. La mujer entristeció al principio, mas quizás qué defensa interior oculta hizo que se fuera poniendo cada vez más agresiva, y nadie sabe cómo, terminó mezclándose en magia negra. Esto último fue la gran noticia-copucha que comenzó a rumorearse por esos días por San José, que la tal Norma que vive cerca del río practica la magia negra y todo tipo de asuntos raros con el fin de dominar a las personas. Se decía que cuando sus hijos se dormían, ella iba río arriba, hacia el sur, y sacrificaba guaguas al mismísimo Satanás, a quien también se ofrecía en cuerpo y alma. Asimismo, contaban que encendía una hoguera y cumplía extraños ritos con los animales.
 Fue un largo tiempo el que pasó mientras Norma se dedicaba a sus oscuras actividades y su esposo no se aparecía, hasta que un buen o mal día, éste llegó de visita. Antes de ir a casa, en un lugar de mal beber, se puso al tanto de todas las atrocidades que se rumoreaban sobre su mujer. Cuando llegó al hogar a orillas del río conversó con ella, pero ésta negó todo. Sin embargo, la intranquilidad ya se había apoderado del corazón del hombre. Por eso, un día, después de que su mujer se levantó a medianoche, él la siguió hacia el lugar donde practicaba sus ritos oscuros, y vio, con horror, cómo quemaba unos bebés en la hoguera y luego se entregaba a juegos prohibidos con un macho cabrío negro de ojos rojos mientras invocaba al Señor de la Oscuridad.
Presa del pánico, el esposo huyó del pueblo junto a sus hijos esa misma noche, antes de que su mujer regresara, al amanecer. Nadie lo vio desaparecer y nunca más se supo de él. En cuanto a Norma, cuando volvió a casa y no encontró a sus hijos, enloqueció de pena, gritando de rabia y dolor. Sus gritos fueron tan desgarradores y fuertes, que hasta los mismos demonios que vagan constantemente por la tierra para aquejar a los seres humanos, se espantaron al oírla. Y sucedió que después de los lamentos, la piel de Norma se secó y su cuerpo se marchitó, y comenzó a llorar de una forma horrenda y escalofriante por siempre jamás.
La gente que salía a altas horas de la noche contaba que oían a una mujer llorar a lo lejos. Unas pocas personas que en aquellos tiempos la pudieron ver, luego enloquecieron, gritando que habían visto un cadáver caminar flotando por el aire, hirviente de gusanos y envuelto en jirones de ropa manchada de sangre negra. También gritaban que el espectro de esa mujer preguntaba con lastimera voz por sus hijos, tragándose el alma de aquel que le respondiera. Por eso, todos huían de ella En aquellos tiempos fue cuando se la bautizó como la Llorona, mujer de la noche, tragadora de almas.
La gente comenzó a temerla, y cuando se escuchaba su llanto se cerraban las puertas y ventanas de todas las casas. Pero algo bueno debe tener su espíritu, pues se dice que si alguien tiene pacto con el diablo no puede sufrir daño por ella, porque huye, sin querer mezclarse con Satanás, ya que de él vendría toda su desgracia, que se inició el día en que ella lo prefirió ante la ausencia de su esposo.
Otra forma de hacerla huir es gritarle su nombre –Norma-, y entonces ella se esfuma. También se dice que la Llorona busca raptar niños para absorberles el alma y dejar sus cuerpos tirados cerca del río o en los cerros.



[1] En http://www.dedaldeoro.cl/ley_lallorona.htm. Visita realizada el 10/10/2010.

viernes, 10 de noviembre de 2017

Por picarme a choro con el Diablo

Jota Jota Conus
                                                                                              Dedicado a Julio Arancibia O.
Aquel día, partí con mi botellón de vino tinto al Cajón del Maipo, para ver qué tan ciertas eran las historias que se relataban sobre el Diablo.
            Cuando llegué al último paradero de la metrobús setenta y dos en San José, descendí de la micro e inmediatamente me dio la bienvenida un delicioso olor a pino, el cual guio mis pasos hacia el puesto de comida desde donde provenía tal efluvio. Una vez ahí, compré un par de picantes empanadas hechas en horno de barro. Suelta la lengua a causa del alcohol, y después de zamparme una de éstas, me puse a conversar con el vendedor:

            ─Oiga, ¿sabe qué?, ando buscando al Diablo. Primero iré a El Toyo, sector en donde, según cuenta la leyenda, a principios del siglo diecinueve, el maligno personaje dejó su huella en un lugar que hoy es conocido como la Pata del Diablo. La hizo cuando salió arrancando de la Madre Superiora, luego de que ésta le arrojara agua bendita, al sorprenderlo en una de las habitaciones del convento que había en aquel entonces, seduciendo a una hermosa novicia. El problema es que nunca más se le volvió a ver, así que es poco probable que lo encuentre, pero de todas formas…
            ─Hay varias versiones sobre el origen de la Pata del Diablo ─me interrumpió el locatario─. Una de ellas, cuenta que un hombre llamado Juan hizo un pacto con el Cachu’o. Una mina de oro y una vasija, con un vino interminable, fueron las primeras peticiones. La última, antes de entregar su alma en forma definitiva, fue la construcción de un puente en la Noche de San Juan que le sirviera como vía para dejar todas las pertenencias, que tenía cuando era pobre, al otro lado del río. El Cachu’o accedió a este último deseo, pero no pudo terminar el puente, ya que al comenzar a trabajar se encontró con cruces de madera, enterradas la noche anterior por el mismo Juan, en cada lugar que iba siendo excavado, las que, como comprenderá, retrasaron la tarea. De esta manera, se vio sorprendido por el alba y no le quedó otra que salir arrancando con un impulso que dejó la marca de un pie. Una huella. Esta historia, tal como la que me contó, dice que tampoco se le volvió a ver por allí.
            ─Entonces, tendría que ir a El Melocotón, pues dicen que el Diablo se pasea convertido en un elegante huaso, vestido de negro, en una carreta tirada por cuatro caballos del mismo color cerca de la medianoche, buscando las almas de quienes hicieron un pacto con él, y ofreciendo sus servicios a los que desean riquezas materiales. Si no lo encuentro en esta localidad, no importa, pues en San Gabriel, cerca de donde confluyen los ríos El Yeso y Maipo está el Puente del Diablo. La historia señala que el Señor Jesucristo… ¡él todo amor, el lindo!... caminó por la tierra, contemplando el cristalino río Maipo que fluía desde la cordillera hasta el mar por un precioso valle, pero el poder de su corriente no permitía que los humanos la cruzaran, así que no se le ocurrió nada mejor que llamar al Diablo para hacerle una apuesta, la cual consistía en echar una competencia para ver quién terminaba primero, ¡qué buena idea tuvo! El bueno y el malo (y a veces feo), comenzaron a trabajar, pero este último la hizo cortita, pescó una gigantesca roca y la chantó en las aguas cordilleranas. ¡Ya había un ganador!... Jesús, en cambio, pacientemente construyó un puente de hierro que más tarde fue conocido como El Puente de Cristo. Los lugareños hasta el día de hoy dicen que el mejor puente es este último, ¡pero qué diablos importa, si al final igual perdió! Ahora bien, si allí no lo encuentro, iré hasta El Volcán, pues me contaron que en este ex pueblo minero, también se pasea el Diablo en carreta.
            ─Oiga, pero no es necesario ir tan lejos si se quiere encontrar con el Cachu’o. Por el Camino del Cerro, que está trescientos metros más arriba de donde nos encontramos, se pasea. Yo, todas las noches escucho el crujido de las maderas de la carreta y unos sonidos de cadenas que se arrastran. Además, de los enloquecidos ladridos de los perros ─me dijo el vendedor con una sucia sonrisa.
            Contento por la información obtenida, no esperé más, así que pagué la cuenta y partí en busca del Maligno. Cuando ya llevaba medio kilómetro recorriendo el Camino del Cerro, me encontré con una anciana, a quien le pregunté si había visto al Demonio. Al escuchar esta palabra se inquietó, con un nudo en la garganta dijo que no y salió corriendo. Yo reí a carcajadas, y celebré la reacción de la vieja con un largo trago de vino. Al mezclar el tinto manjar con los trocitos de pan, carne, cebolla, pasa y aceituna que aún se encontraban entre mis dientes, me dieron ganas de comer la otra empanada. Así que introduje la mano en el bolsillo en donde la tenía guardada, pero no estaba. Se me había caído en el camino. Ya la había besado el Diablo como se dice. No quise retroceder para buscarla porque, no cabía duda, alguno de los perros, los mismos que le ladran al Diablo cuando éste se pasea por el sector, ya se la habría engullido.
            Continué mi viaje hasta llegar al final del Camino del Cerro en busca de algo extraño, pero no encontré nada que atrajera mi atención. Ante la frustración de mis expectativas, le pegué un gran sorbo al botellón y partí a buscar al Demonio  a un riachuelo,  ubicado al costado del camino que lleva a Lagunillas, y que muy pocos conocemos. Cuando por fin pude llegar a la orilla de las cristalinas aguas, me desnudé, y para evitar que mis prendas de vestir se mojaran, dejé cada una de ellas bien dobladitas sobre la más grande de las rocas que ornamentaban el paisaje. E inmediatamente empecé a llamarlo:
            ─¡Oh, Señor de las Tinieblas!, ¡Gran Satanás! ¡Te invoco! ─pero nada sucedió.
            ─¡Ya, po’, Mandinga!, ¡Cola ‘e Flecha!, ¡Príncipe de las Tinieblas, ven pa’ ca, poh! ¡Te estoy esperando!..., ¡te doy miedo!, ¿cierto?, ¡ven, poh! –le gritaba, mientras le chispeaba los dedos.
            ─¡Señor Oscuro, Satán, Demonio, Don Sata, ven pa’ acá!, ¡te meo! ─vociferaba, mientras orinaba en el cauce del río.
            Después de cada trago, lo llamé con cada uno de los nombres que a él hacen referencia:  Espíritu del Mal, Satanás, Tentador, Lucifer, Luzbel… mencioné más nombres que Oreste Plath en su libro Geografía del mito y la leyendachilenos, pero nada aconteció.
            ─¡Ven pa’ ca, pa’ ver quién e’ má’ choro poh, cochino culia’o!, ¡¿vo’ creí que te tengo miedo?! ─exclamaba, mientras hacía un Pato Yáñez.
            Hubo un momento en que creí ver en la otra ribera a un hombre de negro con características similares a la mías, pero lo atribuí a mi imaginación y al alcohol bebido que, dicho sea de paso, en ningún momento me curó o me borró. Sólo me envalentonó.
            Me aburrí de invocarlo, de manera que opté por secarme con los calzoncillos, (no había llevado toalla), y colocarme la ropa. Estaba sequita y yo, impecable:
            ─¡Diablo sapo y la conchetumare!, ¡me tení miedo!, ¡chao, culia’o!, ¡te paseo!
            Después de estas palabras, sentí que una extraña fuerza, que hasta el día de hoy no he experimentado ni creo volveré a experimentar jamás, me elevó por los aires durante unos  segundos y me empujó al río. Inmediatamente, salí del cauce con un acrobático salto en retroceso para ver cuál había sido la causa, pero créanme, nada ni nadie se encontraba a mi alrededor. Solo yo, de nuevo en pelota y con toda mi ropa rasgada río abajo.
            ─¡¡Oh, Diablo culi’ao me cagaste!!, ¡¡guajajajajaja!! –no pude evitar la carcajada.
            Aprovechando la abundancia vegetal, corté una  hoja de un desconocido árbol para abrigarme. Y así, cual Adán siendo expulsado del paraíso, me interné por un bosquecillo.
             Lo que ocurrió después no lo puedo relatar con precisión. Lo único que recuerdo es que corrí por largas horas, entre medio de oscuros y húmedos árboles, sumergiendo en el fango mis agotadas piernas y siendo rasmillado, rasguñado y arañado por espinosos arbustos, totalmente desorientado. Hubo un momento en que creí perderme para siempre. Nunca sabré dónde estuve. Pero por suerte, di con el Camino al Volcán cuando recién empezaba a oscurecer. Nunca me acuerdo de Dios, pero aquella vez le di las gracias por ayudarme a reencontrar esta conocida vía.
            Con mis escuálidos cachetes todos arañados, empecé a hacer de’o a  los automovilistas que bajaban, pero nadie me quiso llevar. Lo único que hacían era tocarme la bocina. Yo, por respeto, no les gritaba que mejor me tocaran la corneta.
             Exhausto, caminé hacia el centro de San José y, casi al llegar al paradero de la metrobús setenta y dos, pasé a mendigar un café cargado donde el empanadero.
            ─¿Y por qué viene vestido así?  ─me preguntó con una sarcástica sonrisa y ojos de huevo frito.
            ─Es que tropecé con una piedra y caí al río ─.Dije tiritando de frío─ ¡Ahhhh… ahhhchuuu!
            No quise contarle lo que realmente me había ocurrido para que no se burlara aun más de mí.
            ─¡Salud!

            ─¡Gracias!
            ─Parece que se resfrió, amigo mío. Oiga, ¿y se comió la otra empaná?
            ─¡No!, ¡no sabe ná! Se me cayó cuando iba por el Camino del Cerro.
            ─¡¡Guajajajajaja!!... amigo mío, fue el Diablo el que se la quitó… ¡¡guajajajaja!!
            ─¡¡Ahhhh… chuuu!!

            ─Escuche, ya comenzaron a ladrar los perros.

domingo, 8 de octubre de 2017

:: NUESTRA HISTORIA CAJONINA / 1. El Volcán y nuestro origen como poblado minero.[1]



"El Cajón del Maipo se formó por la minería"
(Don Eitel Miller, antiguo administrador Merceditas)
"… todos los caminos se formaron gracias a esta actividad, con animales primero y después con vehículos"
(Don Juan Borque, minero).
Por: Patricia Valenzuela Jeldes.

SI BIEN LA NECESIDAD DE PUBLICAR ESTE TRABAJO -REALIZADO JUNTO A MIS COMPAÑERAS NANCY SANDOVAL, CAROLINA GONZÁLEZ, ROCÍO ECHEVERRÍA Y M. JESÚS BRAVO- DE LA CARRERA DE ANTROPOLOGÍA DURANTE LOS AÑOS 2004 Y 2006 SURGE COMO ALGO PERSONAL, ESTOY CONVENCIDA QUE EL CONOCIMIENTO Y DIFUSIÓN DE POR LO MENOS UNA PARTE DE LA HISTORIA DE NUESTRA COMUNA SON UNA DE LAS HERRAMIENTAS MÁS POTENTES PARA PONER EN VALOR EL PATRIMONIO CULTURAL DE NUESTRO CAJÓN DEL MAIPO. CON EL FIN DE CONTRIBUIR A DICHA TAREA APROVECHARÉ ESTE ESPACIO DE LA REVISTA, DURANTE VARIOS NÚMEROS, PARA NARRAR UNA PEQUEÑA PARTE DE NUESTRA HISTORIA: LA DEL ANTIGUO CAMPAMENTO MINERO EL VOLCÁN, CONOCIENDO A TRAVÉS DE ELLA NO SÓLO LA IMPORTANCIA DE LA ACTIVIDAD MINERA EN LA FORMACIÓN Y EL DESARROLLO DE NUESTRA COMUNA, SINO TAMBIÉN UNA PEQUEÑA PARTE DE LA HISTORIA DE NUESTRO PAÍS, EJEMPLIFICANDO CON ELLA LO QUE HA SUCEDIDO EN DIVERSOS ASENTAMIENTOS HUMANOS QUE CON EL TIEMPO HAN DEJADO DE EXISTIR. NO OBSTANTE, ESA ES LA PRINCIPAL DIFERENCIA ENTRE EL VOLCÁN Y OTROS CAMPAMENTOS MINEROS ABANDONADOS EN EL PRESENTE, PUES EL VOLCÁN, AUNQUE PARECIERA DESDE LEJOS SER UN PUEBLO FANTASMA, NO LO ES; Y AUNQUE PARECIERAN HABER DESAPARECIDO LAS LABORES MINERAS, NO LO HAN HECHO. SIN EMBARGO, EN EL COMÚN DE LOS CAJONINOS, SU HISTORIA Y PRESENTE SON DESCONOCIDOS.

Para conocer esta historia es necesario recordar que el origen de nuestra comuna o antigua Villa San José de Maipo, fundada en 1792, responde exclusivamente a la necesidad de crear, por orden del Gobernador de Chile Ambrosio O'Higgins, un lugar que albergara a la población que trabajaba en las faenas de la mina de plata San Pedro de Nolasco. No obstante, no sólo esta mina era explotada por trabajadores que necesitaban asentarse, sino que ya desde 1700 venía desarrollándose la minería en distintas partes de nuestra comuna, como en El Volcán. Así lo confirma el minero don Alejandro Astorga:
"Merceditas, junto a sus tres vetas -La Poderosa, Volcán y Merceditas- fueron en el pasado el mineral metálico más importante dentro del Cajón del Maipo. Hay también otros yacimientos que fueron importantes en su época y que en la actualidad se encuentran en condiciones que nadie se atreve ni siquiera a nombrarlos, como El Cristo y La Carlota. Sin embargo, con esta última hay gran controversia porque se dice que puede haber sido el mineral por el cual se fundó San José de Maipo, es decir la mina San Pedro de Nolasco… Caso particular es la mina El Cristo, que era una veta muy grande y poli metálica y no sé si será parte de la leyenda, pero dicen que los alemanes para la explotación de ese mineral construyeron el refugio del Campamento de Melosas que ahora es de Carabineros de Chile. Ahí funcionaba una planta procesadora de mineral, pero para el año de la guerra, 1945, los alemanes que estaban en Chile hundieron la mina y se fueron del país. Ahí está el mineral que quedó sin explotar."
El actual poblado de El Volcán, ubicado sobre los 1400 metros de altura a 80 kilómetros de Santiago y 30 kilómetros de San José de Maipo, fue el asentamiento fijo de más de mil trabajadores que explotaron la mediana minería de cobre, aportando con ello al desarrollo de nuestra comuna, e incluso de nuestro país, con grandes ganancias para la época, llegando a ser, como menciona Mauricio Folchi (El Volcán, 1841- 1976. Historia de un enclave minero. Mauricio Folchi), una de las principales minas productoras de cobre a nivel nacional a fines del 1800 y principios del 1900. Localizado en plena cordillera y bordeado por el río Volcán, este poblado se caracteriza por su clima extremo, fuerte frío y nieve en invierno e intenso calor en verano. Estas condiciones geográficas y climáticas vivían los mineros que explotaron las minas del poblado desde tiempos remotos. Es el caso de los primeros mineros indígenas:
cazadores recolectores que habitaban o recorrían estas tierras y que se dedicaron a la explotación artesanal de la plata y el cobre por medio de la fabricación de hornos con piedras , que a l calentarlas derretían el mineral para después caer a una "bandeja", de donde se retiraba. Siguiendo lo relatado por don Eitel Miller, antiguo administrador de Merceditas, las principales minas explotadas de esta manera fueron La Carlota y San Simón. Posterior a esta época inicial de explotación minera, dicha tarea fue realizada por distintos mineros independientes, que explotaron las minas de manera autónoma hasta 1884, cuando se agruparon y formaron la Compañía Minera Maipo, dirigida por Gregorio Donoso.
Si bien la extracción de los minerales era realizada por los mineros, en muchos casos el descubrimiento de una veta era concretado por los arrieros que recorrían constantemente la cordillera. Lo mismo sucedía con los caminos, pues en muchas ocasiones fueron ellos quienes los crearon, siendo posteriormente utilizados para la minería. Por último, el apoyo de estos caminantes cordilleranos a las labores mineras continúa hasta el período en que se formaliza la actividad con la llegada al poblado de las Compañías Mineras Volcán y Merceditas. Eran los arrieros quienes constantemente llevaban alimentos y otros recursos a los lugares de trabajo o asentamientos más alejados de los poblados. Para el caso de El Volcán, uno de los arrieros recordados es El Negro Natalio, como comenta la Sra. Adriana, pobladora de El Volcán:
"Aquí había mucho trabajo y el finado Negro Natalio, que en realidad se llamaba Aramiro Orellana, tenía su ranchito al lado del camino donde dice Negro Natalio y cargaba en el trabajo de La Chilena. Ahí él iba a cargar porque subía en mulas para arriba el cemento, piedras, fierro y todas esas cosas."
A pesar de los datos históricos referidos a la creación de este poblado, existen distintos mitos contados por los habitantes de El Volcán que explican el origen de la explotación minera a nivel industrial. Es necesario considerar que este mito, escuchado en distintos lugares agrícolas y mineros de nuestro país, deja ver entre líneas cómo los pobladores de estas localidades visibilizan y justifican la diferenciación económica existente entre el " patrón " y los "empleados", otorgándole tintes negativos a la acumulación de recursos. Así nos relata este mito la Sra. Adriana, pobladora más antigua de El Volcán:
"Según el abuelo que era sereno, a las doce de la noche y tres veces por semana, bajaba el diablo en una carroza negra tirada por dos caballos negros muy lindos. En esa carroza iba un caballero grande vestido con esmoquin, sombrero de copa y zapatos y hebillas brillantes… todo de negro. Eso es lo que él nos contaba a nosotros, porque él veía esas cosas. Entonces dice que don Gregorio Donoso, un viejito chiquitito afirmado con bastón, cuando ya eran las doce de la noche, salía de la oficina hasta el portón de la luz y ahí esperaba hasta que llegara este caballero. Ahí en la plaza se juntaban y creo que ahí se demoraba su hora, salía y se iba. Bueno, como decía el abuelo, cuando don Gregorio murió, dice que no hallaba la hora, que le faltaban patitas para irse. A él no lo velaron y tenían que haberlo velado en vida, donde no se escuchara el canto del gallo. Eso, según lo que dicen, porque uno cuenta lo que a uno le han contado, yo no vi nunca esas cosas".







[1] En http://www.dedaldeoro.cl/ed41-nuestra_historia.htm. 

sábado, 2 de septiembre de 2017

Un puente diabólico[1]


                                                                                   Evelio Echeverría

 Poco más arriba de la confluencia del río Maipo con el del Yeso, hay un puente  natural bajo el cual ruge el torrente del Maipo. Se le llama el Puente del Diablo, hace notar Riso Patrón, no por leyenda o tradición, sino “por anteposición al puente de fierro que existe más arriba que es conocido  con el nombre de Puente de Cristo”. Error del geógrafo, el primero y seguramente  el único que hiciera  en su vida, pues se le conocía  como a una persona exacta, como fórmula matemática. El porteño Adolf Wilckens dejó en alemán una leyenda que Riso Patrón ignoraba y que traducida dice lo siguiente:
               
Aun desde hace mucho tiempo, cuando el Señor todavía  vagaba por la tierra, corría el río Maipo de la cordillera al mar. Se apresuraba por un hermoso y fértil valle, con extensos campos verdes a cada lado. Jesucristo  vio que la corriente  del río, honda y  poderosa, impedía que los seres humanos pudieran pasar de un lado a otro. Y con su natural compasión quiso ayudarlos, por lo cual llamó al Diablo y le dijo:

 “–Haremos una apuesta; tú y yo, empezando al mismo tiempo, construiremos un puente sobre el río  y veremos quien termina primero”.  Se pusieron ambos a trabajar, el Diablo bajo el agua  y Jesucristo sobre ella. El Diablo  hizo caer un monstruoso  bloque de roca  que quedó a horcajadas  sobre el torrente; y el agua, con horrible ruido, logró abrirse paso socavando  el lecho del río para continuar su curso. Así terminó rápidamente y ganó la apuesta. El Señor, por su parte, había construido  un puente sobre una parte profunda del río, el cual  siguió corriendo bajo él sin obstáculos. Y así los seres humanos podían contar ahora con un puente de hierro que podrían cruzar  sin mojarse. Y dijeron: “El Diablo ha ganado la apuesta, pero el puente de Cristo es el mejor”. (Nota 18 Adolf Wilkens, “ Teufelsbrucke und Brucke Christi” Andina 4,3 (1925) 18-9)

 El líder del andinismo nacional, Gastón San Román, nos dejó descrito así el anterior “Puente del Diablo”:

… un trajinado sendero lleva al cabo de cinco minutos hasta un lugar en que gigantescas
rocas desprendidas de lo alto han formado un puente natural sobre el río Maipo. Bajo el puente se produce una caída de agua de varios metros, precipitándose  por allí  toneladas de líquido  con un estrépito ensordecedor;  una fina cortina de agua se eleva del fondo formándose continuamente bellos arcoiris. Para mirar al fondo de esta profunda fosa es necesario atravesar por resbaladizas rocas, pero el cuadro del río  despeñándose por entre las gigantescas murallas es un espectáculo que bien vale la pena” (Nota 19 Gastón San Román, Guía de excursionismo para la cordillera de Santiago. Santiago, Federación de Andinismo de Chile, 1977, 85)




[1] Leyendas de Los Andes de Chile. Evelio Echeverría. Editorial: Impr. Arancibia Hnos., Santiago de Chile, 1988.  p.p. 67 – 68.

lunes, 26 de junio de 2017

La Carreta del Diablo[1]

                                    
Recopilado por Julio Arancibia O.

 Hace muchos años, el Diablo, transformado en huaso elegante, vestido de negro, solía pasearse en su incógnita y llamativa carreta por la vía que unía los poblados del Cajón, hoy llamada Camino al Volcán. Según los que le han visto, la descripción de la escena de la carreta es la siguiente: “Los caballos que tiraban la carreta apestaban, como su conductor, a putrefacción y azufre, y eran de color negro azabache, de ojos rojos como la sangre y de aliento de muerte”. Cada vez que se sentía a lo lejos el ruido de los cascos de los caballos golpeando contra la endurecida tierra y el rechinar de las ruedas de madera en medio de la noche quieta, todos sabían, secretamente, que Mefistófeles había salido a buscar almas o a presagiar alguna muerte. 

También el relincho de los caballos delataba la presencia del Príncipe de las Tinieblas, esos relinchos aterradores, como gritos de miles de almas encerradas gimiendo su martirio en lo hondo y quemante del infierno. Entonces, si la carreta se detenía frente a la propiedad de algún poblador, todos adivinaban, y desgraciadamente nunca se equivocaban, que allí moriría en poco tiempo alguno de sus moradores.

Fue por aquella época, bajo la influencia de esa atmósfera, que un hombre ya olvidado (al que para mejor entendimiento de nuestros lectores le pondremos el nombre de Pedro), dueño de una pequeña parcela en el pueblito de Melocotón, hizo pacto con Luzbel. Pedro hizo su terrible trato durante una fría y silenciosa noche. Esperó la carreta y encaró al Maligno en persona. Una vecina, de esas que suelen husmear lo inacostumbrado y secreto, lo vio esa noche, escondida tras unos matorrales frondosos, y fue ella la que corrió el rumor que constituye hoy la parte esencial del relato.

Era una noche fría, oscura y silenciosa. Ya todos dormían y ninguna alma vagaba por las calles. La mujer vecina de Pedro, que quizás en qué virtuosos o pecaminosos pasos andaba esa noche, sintió un sonido de cascos de caballos y el rechinar y crujir de maderas. Volvió la cabeza, y entonces la suave brisa trajo hasta sus narices un efluvio de azufre y pudrimiento. Luego se percató de que el ruido cesaba, de que el silencio era inmenso, y, oculta tras unas matas, vio la silueta de una carreta que se detenía. Entonces oyó el infernal relincho de un potro de la muerte y luego el pausado respirar del Señor Oscuro. Sintió miedo, como si su alma fuera atraída irresistiblemente por el mal, por el pecado, por la tentación. Sentado bajo un árbol seco y deshojado, esperaba Pedro. La mujer sintió que su cuerpo temblaba, que su alma se le escapaba por las narices y que sus huesos se astillaban. Sus sentimientos eran contradictorios. Horrorizada, miró hacia el cielo, y entonces se identificó con la luna que ahora mostraba su fisonomía de niña enamorada de la noche y no del sol. Bajó la vista y vio a Satanás ofreciendo a Pedro un papiro arrugado y viejo para que firmara con su sangre su fatal destino de multimillonario con buena salud. Y Pedro aceptó, mientras su vecina salvaba su espíritu pensando que más vale un alma pobre y llena de vida que un potentado sin felicidad ni alma propia...

De un día para otro Pedro ya no fue Pedro, sino Don Pedro, y adquirió riquezas, muchas tierras, prestigio y fama. Tanta reputación y popularidad, más el incontenible avanzar del tiempo, sin embargo, hicieron que Don Pedro olvidara su convenio con Satán. Aunque toda la gente de esos poblados comentaba el famoso pacto entre Don Pedro y el Diablo, este repentino millonario siempre callaba el origen de sus posesiones. De tanto callar, terminó olvidando.

Pero lo que está escrito y firmado se cumple. Pasaron los años y Don Pedro envejeció, hasta que treinta años después llegó la noche en que, según el trato olvidado por uno pero no por otro, el Espíritu del Mal se presentaría para llevarse a su nueva presa. Esa noche, Don Pedro, más olvidadizo que nunca, se sintió atraído por la fría oscuridad y por el silencio, por la hermosa calma que todo lo envolvía, y salió en su lujoso carruaje tirado por caballos fina sangre por las desiertas calles de polvo. El destino se cumplió: en esa ocasión Don Pedro desapareció. Se cuenta que tiempo después, en lo que hoy se conoce como el sector de El Toyo, una mañana heladísima apareció el carruaje de Don Pedro, en la que estaba sólo su chupalla. No había ningún rastro de su cuerpo. Se le buscó por casi todo el valle del Maipo, pero nunca, jamás apareció.




[1] En http://www.dedaldeoro.cl/ley_carretadiablo.htm. Visita realizada el 03 de junio del año 2008.

domingo, 4 de junio de 2017

Distintas versiones de la leyenda que trata sobre el origen de La Pata del Diablo.

La Pata del Diablo.[1]

Recopilado por Julio Arancibia O.

Esta leyenda surge desde de una antigua historia, que habla de un singular personaje, un extraño hombre, que llegó hace muchísimos años a la región del Cajón del Maipo. Era alto como un roble, apuesto, y vestía todo de negro. Tenía una mirada que espantaba a los hombres e intrigaba a las mujeres. Su pasatiempo favorito era enamorar a las bellas muchachas, que siempre lo miraban, las cuales eran muchas, ya que la inconfundible figura de este macho las atraía como un difunto atrae a las mosquitas. Era difícil que una niña pudiera resistírsele, tan difícil, que un día de sol ardiente lo encontraron seduciendo a la hija del alcalde de ese entonces. El mayor problema es que esa muchacha estaba destinada, por su padre, para ingresar en un convento de monjas.

El tiempo pasaba y el hombre de negro seguía haciendo de las suyas. Cualquiera habría dicho que había venido hasta estas tierras sólo atraído por la belleza de sus mujeres, ya que solamente se dedicaba a conquistarlas, y, al parecer, con mucho éxito, para desgracia y malhumor de los hombres. Hasta que una noche de fuerte temporal, en que los cielos del Cajón del Maipo parecían desmoronarse sobre sus cerros, por el sector de El Toyo, un hombre abandonado de suerte golpeó con fuerzas a las puertas de un convento de monjas de claustro que por ese entonces había en la zona. Rogó que le dieran alojamiento por esa terrible noche, ya que era imposible seguir su marcha con esas condiciones climáticas.

La madre superiora del convento, dado el verdadero diluvio que se dejaba caer sobre las almas y los cuerpos del lugar, consintió en que el forastero pasara la noche en un cuarto detrás de la despensa. Le llamó la atención a la superiora, sin embargo, el riguroso negro con que vestía el forastero, y también el hecho de que durante todo el tiempo que tuvo al personaje frente a ella, éste permaneció con el rostro oculto tras una bufanda. Pese a la desconfianza de la madre superiora, el hombre fue conducido a la habitación en que pasaría la noche. 

Pero ocurrió lo que tenía que ocurrir. Cuando todas las religiosas habían caído en un sueño profundo, el hombre de negro se levantó y, como si supiera muy bien hacia dónde dirigirse y como si fuera inmaterial, atravesó la gruesa pared, llegando de inmediato a la habitación de una de las novicias del convento, nada menos que la joven hija del alcalde. La pequeña iniciada despertó asustada, y al ver entre las tinieblas aquella figura aparecida de la nada y al sentir un fuerte olor a azufre, se le escapó un gritito. De inmediato el hombre se le acercó, le tapó la boca con una mano y huyó con ella en brazos, rodeado de una nube espesa en la que se escuchaban infernales gritos de almas capturadas.

Pero la madre superiora, una monja de gran carácter, había oído el grito de su iniciada. Se sentó en su cama y, afinando el oído, escuchó los ruidos de las botas del diablo huyendo por el patio. Salió y no tardó en darse cuenta de que una novicia era raptada por el misterioso varón. Rápida como un rayo, de seguro guiada por su fe, tomó un frasco de agua bendita de la capilla y salió tras el demonio que poseía a la niña, le dio alcance y, gritando vade retro Satanás, invocando a Dios y haciendo la señal de la cruz, lanzó el agua bendita. El diablo, liberando con rapidez a su presa, se transformó de inmediato en una enorme sombra con alas y pies gigantes y huyó saltando el tramo que separa el río de los cerros. Al hacerlo, su fuerza y rabia eran tales, que dejó impresa en una roca de un cerro, donde hoy se encuentra una parada para tomar el autobús que recorre desde San Alfonso hasta Santiago, frente al puente colgante de El Toyo, la huella de uno de sus pies, estampa que hasta el día de hoy podemos contemplar.

Muchos años han pasado desde entonces. El tiempo, que todo lo muele, lo traga y lo digiere, y lo vuelve a moler, a tragrar y digerir, ha formado de tales hechos esta leyenda sobre la pata del diablo, de la cual hay diferentes versiones. Para terminar ésta, sólo resta decir que del convento nunca más se supo, de las monjas tampoco, y aún menos de las novicias. Hasta el mismo diablo desapareció del lugar, al parecer herido dolorosamente por el agua bendita.

Sin embargo, dicen que el Maligno siempre reaparece. Aquel ángel caído nos atrae de alguna u otra forma, con su aire perverso, quizás como reflejo inconsciente de nuestros retenidos e inconfesables deseos. Por eso aparece y vuelve a aparecer, porque está oculto, soterrado en lo más profundo de la psique humana.



El puente colgante[2]

Por: Julio Arancibia O.
Otra versión de la leyenda "La Pata del Diablo"
De los muchos proyectos que el alma vaga tiene uno de ellos es el único que no se cumple.
¿Será aquél que en las noches oscuras se limpia de maldades? No será así porque el aire no siente lo que nuestra alma piensa… Si vendes tu espíritu al fuego no quieras recuperarlo con dinero aunque las cruces de la cristiandad quieran expulsarte.

Francisco Javier Bécquer.
Don Ramón quería probar al mismísimo diablo, para ver quién de los dos era más astuto y así demostrarles a sus amigos la hombría que llevaba en sí. Para poder desarrollar su plan, se fue una media noche de un jueves frío y tenebroso al sector de lo que hoy se conoce como La Pata del diablo. Allí esperó al demonio para desafiarle a realizar una prueba muy simple.
La noche fría como boca de lobo le mordía los talones y el cuello, pero a pesar de esto su valentía seguía en pie, junto a su firme corazón. Cuando Satanás apareció, vestido de negro completamente, don Ramón se sacó la chupalla y con mucho respeto le dijo:
-Don diablito, yo quiero desafiarle a una prueba de valor e ingenio
El diablo, con una seguridad y frialdad propias de él, le respondió:
-¡Quieres desafiarme, tú, pobre e insignificante mortal!
-Pero no se enoje, Su Maligna Majestad…
-¿De qué se trata, gusano?, ¿No sabes que el que me desafía pone en juego su alma?
-Entonces, diablito, si yo gano me dará riquezas y poder. Si pierdo, usted se llevará mi alma.
-Está bien. ¿Pero de qué se trata?
-De construir un puente colgante en este lugar.
Satanás se rió a carcajadas, y sus algazaras resonaron en los cerros de tal manera, que la misma noche se recogió en su manto de negrura para no seguir escuchando.
-Entonces mañana comenzamos –exclamó don Ramón.
-De acuerdo –dijo el demonio–, pero ya sabes: el que termina el puente primero gana.
-Como usted diga, diablillo.
-¡Y cállate, que tu alma será mía!
Don Ramón comenzó a ejecutar su plan: enterró cruces benditas por los sectores en los que el diablo tenía que cavar para construir su puente. Todo lo fue preparando con mucha cautela. Este humilde campesino estaba convencido de que el diablo caería en su trampa.
Cuando llegó el día de la construcción el diablo comenzó a cavar, pero grande fue su sorpresa y asco al encontrar cruces sembradas por todos lados. Tanta rabia tenía el señor de la oscuridad, que creciendo de una forma impresionante arrancó hacia la cordillera y dejó marcadas sus pisadas y sus manos. Al día siguiente de este suceso a Don Ramón le aparecieron dos baúles repletos de oro. En lo que respecta al demonio no se le vio aparecer durante mucho tiempo.
Dicen que cuando Don Ramón murió el diablo se apareció en su funeral con un saco lleno de cruces, que las dejó en la puerta de la casa de aquel que le había ganado en un desafío y riéndose con gran estruendo exclamó:
-¡De nada te sirvió ganarme con engaños, pobre estúpido, igual vengo por tu alma!
Desde el momento en que las nubes se volvieron negras, mi alma asolada de tristeza vagó por mundos llenos de incoherencias y falsedades de los templos de la muerte. Aquellos templos malditos en donde la cruz es usada para hacer el mal, donde la sangre inocente corre como en los tiempos bíblicos en los que se mataba en nombre del extraterrestre Yahvé. Nos han creado un falso cielo, un paraíso ficticio y un infierno mentiroso, en donde dejan su propia maldad en un pretexto para culpar al que llaman demonio. Culpáis a Satán de vuestras desgracias y yo os digo que vosotros mismos sois responsables de todo el infierno que lleváis. A pesar del alma, las nubes negras se fueron y el demonio se llevó a la doncella y al astuto que supuestamente le ganó. Lo tiene en el suplicio eterno de su alma ingenua, junto a los creadores de la inquisición. ¡Cómo reiré con vuestra caída!




LA PATA DEL DIABLO[3]
Oreste Plath


 Entre San José de Maipo  y Melocotón, junto a la vía férrea, en una piedra del camino, está impresa profundamente la Pata del Diablo. Se dice  que ahí se apoyó para dar un salto sobre el río, una vez que lo sorprendió la luz del día, con motivo de la construcción de un puente, compromiso que tenía pactado y del cual salió burlado. 


        La Pata del Diablo[4]

                                                           Recopilado por Ernesto Mosqueira

Se trata de un hombre que hizo un pacto con el diablo, consiguiendo de su poder una mina de oro y una vasija de vino que no se terminaba nunca, pero se había reservado  la tercera petición para otra ocasión: “Necesito trasladar estas cosas viejas que me dio la pobreza al otro lado del río y para eso mi tercera petición es que me construyas un puente  si es que puedes., pero en la noche de San Juan.”

Se sonrió el demonio, aceptando  la propuesta con un fuerte apretón de manos. Volvió en la noche indicada y comenzó su tarea picando la tierra para colocar los postes que sujetarían el puente. Al sacar la tierra del hoyo se encontró con la sorpresa de que estaba sacando una cruz de madera. Dando un alarido enterró la picota en otro lado y sucedió lo mismo en cada ocasión mientras la noche avanzaba.           
Llegó la madrugada y el diablo tuvo que escapar y  dándose un impulso puso sus pies en una roca, dejando marcada su huella en la ribera sur del río Maipo
Con un gigantesco salto se perdió en la bruma de la niebla del valle sin que nadie más lo viera.”


HISTORIAS DE UN HUASO ARRIERO[5]

                                            LA PATA DEL DIABLO
                                                                                Humberto Calderón Flores

Son muchas las leyendas que se han escrito y traspasado de boca en boca apelando a la buena memoria, muchas veces agregando detalles o fantasías de los muchos que las han escuchado, arregladas a la mejor forma de cada relator. Sin embargo, las comunicaciones, la tecnología, las iluminaciones excesivas y las entretenciones de ahora, han hecho desaparecer la vieja costumbre de reunirse alrededor de una fogata en el patio abierto o junto a un brasero en las noches invernales. Y, cuántas veces en la cálidas noches de verano nos juntábamos sentados en ruedo, sólo alumbrados por la luna, con la música de fondo de las torrentosas aguas del río golpeando las enormes piedras de su cauce, el ladrido de los perros, el maullar de un gato, el cantar de un chuncho que asustaba por ser malagüero. (Se decía que si el chuncho cantaba en el árbol de una casa una o varias noches, alguien de allí moriría.) En esas alegres tertulias con cánticos, versos y chistes, siempre se veía pasar alguna estrella fugaz… y hoy escudriñamos en el firmamento tratando de ubicar el paso de un satélite. ¡Cómo han cambiado los tiempos! Y también, en esas ocasiones, aparecían las leyendas locales, como La Calchona, La Llorona, La Cuca, La gallina con pollos, Los entierros y La pata del Diablo. De esta última escuché varias versiones, y la que mejor recuerdo es la de los hacheros, que paso a relatar…

Se dice que venían los hacheros (leñadores, hombres con hachas) en un verano, por el lado sur del río Maipo, El Tollo, a cortar leña y a hacer carbón para venderlo en la ciudad para calefaccionar en invierno. Ellos traían a sus mujeres, niños, animales de carga, etc. Habían pasado varios días en esta ardua y pesada tarea talando en los verdaderos bosques que existían al otro lado del río, los que no les permitían tener mayor visibilidad. Un día comenzaron a subir por las faldas del cerro La Isidora, lo que les permitió mirar hacia el otro lado del río, quedando admirados del poblado que existía al frente. Comentando lo que veían, uno de ellos, tentado por tantos días de encierro, dijo:

-En este pueblo deben vender trago, deben haber mujeres con quienes bailar un rato… Podríamos hacer un puente, porque este río no lo podemos pasar a caballo.

Se pusieron a buscar dónde hacer el puente. Lo más apropiado que encontraron fue la parte en que hoy existe el puente de cimbra, pero igual era muy ancho el río y no tenían palos que les dieran el largo. Entonces, uno dijo:

-Llamemos a don Sata para que nos haga un puente.

Estaban en eso cuando escucharon una voz que decía:

-¿Me llamaban?
Todos quedaron estupefactos, pero uno dijo:
-Sí, queremos un puente aquí.
Y Lucifer respondió:
-Yo lo hago, pero ¿qué me dan?
Y los leñadores dijeron:
-Toda la leña y carbón que tenemos.
-Eso a mí no me sirve, tengo puro fuego en el Infierno. Se los cambio por el alma cuando mueran.
Todos se miraron y acordaron el trato. El puente debía estar listo al amanecer. Al llegar allí al otro día se encontraron con que el puente estaba listo y el Cachudo esperándolos. Y uno de los leñadores le dijo:
-Saque el puente, pues no nos sirve de nada. No tenemos dinero y en el pueblo no nos van a comprar el carbón y la leña.
El Diablo respondió:
-Eso es lo de menos, aquí tienen esta barra de oro- y la pasó.
El hombre respondió:
-Pero esto no es oro, se… -iba a decir "señor"- …mejante cosa.
El Diablo tomó la barra de oro, la lanzó al suelo y dijo:
-¡Compruébalo!
El hombre tomó su hacha y dio un corte a lo largo de la barra, diciendo:
-Ve, don Sata, esto no es oro.
Y el Diablo insistió:
-¡Es oro!
Entonces el hombre dio otro golpe en la barra, pero esta vez atravesado, formando una cruz. Al verla, el Diablo arrancó dándole un tremendo golpe a la piedra del frente, dejando estampada su pata. Y huyó por el cerro gritando:
-¡Desgraciados, me engañaron!
Así pasábamos largos ratos escuchando cuentos de aparecidos y otros, tanto que nos asustaba volver a la cama en una noche oscura.



[1] http://www.dedaldeoro.cl/ley_patadiablo.htm. Visita realizada el 02 de junio del año 2008.

[2] En En http://www.dedaldeoro.cl/ley_puentecolgante.htm. Visita realizada el 02 de junio del año 2008.
[3] Geografía del mito y la leyenda chilenos. Plath, Oreste. Ed. Nascimento. 1983. p. 81.
[4] Texto facilitado por David Valenzuela Mardones.
[5] En http://www.dedaldeoro.cl/ed60-08_pata-diablo.html. Visita realizada el 02 de junio del año 2008.

sábado, 29 de abril de 2017

La presencia del Diablo en el canal de Pirque



Jota Jota Conus
Dedicado al abuelo que nunca 
tuve. Para ti, Carlos Conus.

Según  mis creencias, existe una sola  respuesta para las preguntas que se plantean al final de Pirque Inspirador y esta es:  el Diablo.

 Los lectores que ya conocen gran parte de la historia de este encantador lugar insistirán en afirmar  que se debe a la gestión de Ramón Subercaseaux Mercado, pero permítanme decirles que sin la ayuda del maligno personaje hubiera sido  imposible llevar a cabo la construcción del canal.
           
            Ramón Subercaseaux fue uno de los propietarios de este territorio, quien “(…) no pudo sufrir por largo tiempo esa burla continua que le hacía el Maipo con el ruido de esa turbia i sonante corriente”[1] y decidió   conducir sus aguas  hacia la hacienda pircana por medio de un canal, cuyas obras  se iniciaron bajo sus órdenes a partir del año 1834[2] . Esta tarea fue considerada una locura por la mayoría de la gente, pues se debía cavar el resistente mármol y cortar profundamente las montañas. Además, los obreros se mantenían en pie solamente amarrados  para no caer  en los hondos abismos donde aún fluye el río, los cuales tenían aproximadamente tenían 70 metros de profundidad.  Esta maravillosa, sorprendente e inexplicable construcción dio nacimiento a la leyenda El pacto del diablo con don Ramón Subercaseaux, la cual cito a continuación:

“Es una de las más conocidas  leyendas de esta zona junto con la de El casillero del Diablo de la viña Concha y Toro. Basada en el asombro de quienes aún no creen que las aguas del canal La Sirena puedan  ascender por las laderas de los cerros para regar el valle de Pirque, como se ve desde el camino a San José de Maipo.

Don Ramón Subercaseaux, un personaje de la historia de Pirque, fue dueño de gran parte de estas tierras e impulsor de su progreso. En aquella época las tierras eran de secano no permitiendo grandes cultivos por la falta de riego. Sin embargo, don Ramón se propuso la construcción de un canal  que trajera al valle de Pirque el apreciado don del agua, extrayéndola del río Maipo, más arriba de la bocatoma de La Obra y lo logró a pesar de las inmensas dificultades técnicas y geológicas de su construcción. Este fue el canal La Sirena.

El agua transformó los campos de Pirque y permitió la riqueza de las viñas y el vino de tanta importancia en nuestra historia local y nacional.

Los lugareños, al ver tanta riqueza, imaginaron que era el producto del pacto entre don Ramón y el mismo demonio, quien lo ayudaría a construir el canal para hacerse rico a cambio de su alma.

El plazo se cumplía y el demonio iba en busca del alma del enriquecido personaje.

Esa tarde don Ramón salió de su inmensa casona y parque en un carruaje tirado por cuatro caballos y conducido por su auriga, quien se sentaba en el pescante, aislado de su importante pasajero.

Al atravesar el puente de San Ramón el auriga se dio cuenta de que su carruaje no avanzaba y comenzó a guasquear a sus caballos que bufaban estrepitosamente. Sin embargo, no se movían, era como que si una extraña fuerza los detuviera en ese lugar. El campesino, preocupado, miró hacia atrás y en ese momento vio salir del carruaje a don Ramón Subercaseaux junto a un personaje alto, de bigotes en punta, totalmente vestido de negro, bajándose del carruaje y perdiéndose en los laberintos de la noche. Era el demonio que había venido a cobrar la otra parte del pacto juramentado.” [3]

            Antes de concentrarme en el texto, considero necesario establecer las semejanzas y las diferencias, sobre todo estas últimas,  entre el mito  y la leyenda con el fin de evitar erróneas interpretaciones. A mi modo de ver, creo que no es necesario extenderse demasiado en las definiciones, descripciones y ejemplificaciones de cada uno, pues su estudio requiere un espacio que excede lo que me he propuesto, además  originaría, con toda seguridad, una digresión a la cual mejor convendría dedicarle un apéndice. Por tal motivo, sólo me limitaré a exponer los rasgos más importantes de los términos en cuestión.
           
En Los mitos. Consensos, aproximaciones y distanciamientos teóricos, el profesor Néstor Taipe señala que disciplinas como el folklore, la epistemología, la etnolingüística, la filología, etc. se han dedicado a estudiar los mitos, ofreciendo cada una de sus escuelas una definición propia, la que muchas veces se contrapone con la ofrecida por otra. Sin embargo, en dicho trabajo, después de un riguroso estudio, define al mito “en cuanto relato oral, como una práctica discursiva social sobre los acontecimientos sagrados y primordiales ocurridos en el principio de los tiempos, entre seres sobrenaturales, y que dan cuenta de la cosmogonía, de la antropogonía y del origen de algo en el mundo como los elementos naturales y los pertenecientes a los derivados de la naturaleza humana.”[4] Según esto,  y aplicando parte de la competencia que tengo al respecto, el mito corresponde a una narración situada en un momento anterior al tiempo histórico y como tal, a la presencia del ser humano. Es un relato  colectivo, y por ende,  anónimo debido  a que  su creación no está asociada a un autor individual, en donde se desarrollan  acontecimientos que  se articulan como un sistema de creencias sagradas, de ahí su carácter religioso, los cuales explican, a través de la intervención de personajes de carácter sobrehumano  como dioses, semidioses, titanes, gigantes, etc., algunos hechos importantes, como lo son el origen del mundo, del hombre, del bien y el mal, etc. De esto se desprende que el mito tiene un carácter universal, ya que trata de dar respuestas a trascendentales preguntas que se ha hecho el ser humano a lo largo de toda su existencia, tales como ¿Quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿por qué estoy aquí?, ¿cómo se creó el universo?, entre otras.

Un claro ejemplo  lo encontramos en el Génesis,  en donde un Dios todopoderoso crea el cielo, la tierra y todos los seres que habitan en estos lugares.  Al respecto, siempre se debe tener  presente que el mito habla de los principios y/o causas de la creación, he aquí su carácter cosmogónico, el cual se refiere a la   explicación del origen  del mundo. Además, posee un carácter antropogénico, o sea, narra la creación del ser humano a partir del polvo de la tierra[5].  Es  importante señalar que este mito tiene características morales, pues  se  explica la existencia del bien y del mal. Recordemos cuando la serpiente (para muchos el diablo)  ofreció el fruto prohibido por Dios a Eva y ésta a Adán. 

            En cuanto a las leyendas, éstas corresponden a relatos, en un principio orales, de una historia sobre el origen de un personaje, una institución o cualquier elemento natural o cultural que forma parte de una tradición. Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española corresponde a una  “relación de sucesos que tienen más de tradicionales o maravillosos que de históricos o verdaderos”[6]. Se  presentan, al igual que los mitos, como historias verídicas y con una función etiológica, es decir, explica la causa o el principio de algo, por ejemplo el de un volcán o del poder político de determinado  linaje o raza. Sin embargo, a diferencia de los mitos, muchas poseen elementos históricos y las acciones que se narran se desarrollan por personajes en lugares que son claramente reconocibles por los receptores, tal como lo afirma García de Diego “una narración tradicional fantástica esencialmente admirativa, generalmente puntualizada en personas, época y lugar determinados"[7]. Otra característica que también comparten con los mitos es la presentación de hechos y personajes sobrenaturales, como brujos, diablos, seres alados, etc.

            Un claro ejemplo de todo lo que hemos expuesto lo encontramos en la leyenda El pacto del diablo con don Ramón Subercaseaux, en donde se le atribuye al demonio el origen de la riqueza natural del valle de Pirque. Los elementos históricos que  encontramos en ella son principalmente  el canal La Sirena (actual canal de Pirque), construido, según diversas fuentes consultadas en 1834[8], y la presencia del personaje llamado Ramón Subercaseaux, quien  nació el  10 enero del año 1790 en la aldea Nancoto y falleció  el 30 octubre de 1859 en la ciudad de Santiago. Cabe destacar que este señor, primero se destacó como comerciante en La Serena, después se estableció en Valparaíso, donde tuvo su casa de comercio, luego adquirió la hacienda Pirque y posteriormente compró El Llano que lleva su nombre y el Colmo. También fue  uno de los principales accionistas del Ferrocarril de Valparaíso a Santiago. Senador entre los años 1840 y 1849, y  desde el año 1852 hasta el día de su muerte[9].Un personaje con gran poder económico, político y social como se infiere.

            Como más arriba se indicó, la leyenda posee lugares que son perfectamente identificables y ello debido a su temática localista, a diferencia del mito que responde a preguntas trascendentales de la humanidad. En este caso,  el espacio que actualmente corresponde a una de las comunas de la Provincia Cordillera y que conocemos con el nombre de Pirque.

            Si ahora nos concentramos en el origen y el desarrollo del relato en cuestión, puedo afirmar que  ocurren por razones que se interrelacionan entre sí. La primera de ellas es mencionada en forma explícita por el texto y se debe  al “asombro de quienes aún no creen que las aguas del canal La Sirena puedan  ascender por las laderas de los cerros para regar el valle de Pirque”. Efectivamente, antes de introducir la leyenda, hablé del  trabajo sobrehumano  que se debía realizar para desviar las aguas maipinas hasta la hacienda pircana. Nunca fue una tarea fácil, alguna extraña presencia actuó en la construcción del cauce. Así fue, qué duda cabe, si hasta la misma “Asociación de Canalistas del Canal de Pirque” habla sobre la participación de fuerzas sobrenaturales:

 “La leyenda cuenta que don Ramón decidió construir un canal para regar la
Hacienda de Pirque (hasta el sector de Santa Rita). La labor era una empresa de
proporciones para la época, por lo que se dice, don Ramón decidió hacer un pacto con el diablo, quien le ayudaría a terminar el canal, a cambio de su alma. Así, entre los obreros empezó a circular el rumor de que durante las noches el diablo trabajaba en la construcción y terminación del canal sin descanso.”[10]

             La segunda razón, según mi parecer, se encuentra gatillada por la impensada transformación que  sufrió Pirque que, como ya se mencionó, pasó de tierras de secano a nutritivos campos.

 “(…) obra osada  i perfectamente conducida desde la boca – toma hasta la Puntilla de San Juan que es donde comienza a regar los terrenos de la hacienda. Gracias a él esta posesión se halla al presente completamente transformada, en vez de desiertos e incultos montes i de áridas i pedregosas llanuras se ven ahora vastas y estensas campiñas de verdes pastos o amarillas mieses, orladas de grandes hileras de álamo  que formando interminables i umbrosas alamedas permiten al viajero contemplar libre del calor de un sol de verano, los prodijiosos efectos producidos por las fecundas aguas del Maipo.”[11]

            La leyenda “El pacto del diablo con Ramón Subercaseaux” señala que “El agua transformó los campos de Pirque y permitió la riqueza de las viñas y el vino de tanta importancia en nuestra historia local y nacional” a la que también debemos sumar su carácter internacional, ya que el 2012 la más importante de sus viñas, Concha y Toro, fue “reconocida como “La Marca de Vinos Más Admirada del Mundo””[12] y  en la actualidad “es el principal exportador de vinos de Latinoamérica y una de las marcas vitivinícolas más importantes a nivel mundial. Desde 2001, la compañía forma parte del Club des Marques (Club de Marcas), transformándose en la única viña latinoamericana que integra esta asociación, la cual reúne a las marcas más destacadas de la industria vitivinícola mundial.”[13] Motivos, entre  otros varios, por los cuales muchos consideran a  Pirque  “La Capital del vino”[14]. No está de más decir que  muy ansiosos esperamos el mes de abril para celebrar la Fiesta del Vino de esta comuna… ¡salud!... lo siento, no lo pude evitar.

             La pregunta inevitable que surge en estos momentos es, ¿por qué, entonces,  no se le atribuyó la obra a Dios, quien por medio de Jesucristo, ayudó al señor Subercaseaux Mercado? Creo que por la sencilla razón  que, tal cual lo señala La Sagrada Biblia, no se puede amar a Dios y al dinero:

“Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; /  porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos  dolores. /  Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre.”[15]

  “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.”[16].

 No tengo la menor duda de que dichos pasajes se les enseñaban a los innumerables peones en las capillas, a través de las periódicas misas  costeadas por quien se convirtió en un hombre poderosamente rico, el que incluso en un determinado momento se adueñó de todas estas tierras y de sus aguas “Hubo una época en que Pirque pertenecía  hasta tal punto a los Subercaseaux, que Don Ramón hizo poner una puerta, candado y cadena en el puente que lleva su nombre”[17] con el fin de evitar robos y saqueos. Seguramente, alguna vez algún parroquiano le preguntó por la situación y conducta de su patrón a quien oficiaba  la ceremonia; o por temor a perder su empleo, lo hizo mientras se confesaba, ante lo cual el presbítero respondía que contra los propósitos de la Divina Providencia estaba prohibido  atentar, pues ella sabía por qué hacía las cosas y todos debían aceptarlas, sin excepción alguna. Insistía en que los campesinos debían preocuparse solamente de trabajar la tierra  para el dueño,  que  aportaba con la producción del país, y cuyo aporte  iba para el estado, quien entregaba puntualmente el diezmo a la Santa Iglesia Católica. El labrador, inquieto y disconforme con la respuesta obtenida, le recordaba lo aprendido en las misas, pero el cura, por su parte, le decía, con el fin de tranquilizarlo, que no se preocupara, ya que Dios se encargaría del juicio final e incorporaba a su discurso religioso otros pasajes bíblicos, como los que cito a continuación:

 “No juzguéis, para que no seáis juzgados. /  2 Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. /  ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? /  ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? /  ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.”[18]

Finalmente,  le recordaba que gracias a la labor de Ramón Subercaseaux Mercado, iluminado por Dios, ellos tenían trabajo. Sin embargo, el campesino, que solo pedía lo justo, no quedaba satisfecho con la plática y salía de la capilla a reafirmar el rumor de la estrecha relación entre el diablo y el magnate de Pirque, rumor que con el paso del tiempo se convirtió en leyenda y cuyos efectos llegaron hasta el día de hoy, y de los cuales, obviamente, también se hicieron parte sus familiares, como su nieto Julio Subercaseaux, quien de esta manera lo recuerda:“(…) una vez un capataz nos mostró un banco de piedra partido por un rayo y nos dijo que ahí el diablo se había sentado con el patrón don Ramón, mi abuelo”[19]

Volviendo directamente a la leyenda que nos interesa, ahora conviene hablar de su desenlace. Ya se dijo que este relato surge de la oralidad, y como bien sabemos al ir compartiéndose por este medio, de interlocutor en interlocutor a través del tiempo, algunos van “poniéndole de su propia cosecha”. De esta manera, encontramos distintas variantes, o  diferentes versiones y El pacto del diablo con Ramón Subercaseaux,  no escapa a esta situación. En él aparece que después que salió de su casona[20], y mientras  atravesaba el puente, actualmente conocido como San Ramón, el  carruaje  se detuvo, y el demonio, quien es descrito como “un personaje alto, de bigotes en punta, totalmente vestido de negro”[21]  salió del vehículo para cobrar la palabra y  llevarse su alma. Pero también  se conoce otro final, en donde aparece que un carruaje negro, guiado por jamelgos con alas, desciende al mismo puente para buscar al Sr. Subercaseaux. Patricia  O’ Shea Lecaros afirma que  a este personaje tan importante para la historia pircana se le atribuye un pacto con el Diablo, “Aunque las razones que tuviera  (…) varían según  a quienes le pregunte (en general, se dice que fue para que Pirque prosperara), lo que sí se cuenta es que mientras éste cruzaba el río Maipo, un carruaje negro con caballos alados descendió a buscar a don Ramón”[22]. Esta misma situación se reitera en la novela El Chupacabras de Pirque, en donde  la bruja Melisa le dice a Ricki y a su primo Dante lo siguiente:

“-Pues les contaré que hace mucho más de cien años, el Marqués de Concha y Toro le vendió su alma al Diablo por preservar una bodega de vinos. No querrán  saber ustedes  lo que sucedió allí. Pero eso no es todo. Años después, el señor Ramón Subercaseaux también hizo un pacto con Lucifer y dicen que cierto día al cruzar el río Maipo, un carruaje negro con caballos alados  descendió a buscar a don Ramón”[23].

            Permítaseme la libertad de aplicar el concepto de veracidad al fragmento  que acabo de citar para indicar que el ente ficticio y  con él, su autores cubanos, Pepe Pelayo y Batán, incurren en un  desacierto, ya que afirma que el señor Ramón Subercaseaux estableció un trato con Lucifer después que lo hiciera con Melchor Concha y Toro, ¡craso error histórico!, pues, si mal no recuerda, los inicios de la construcción del canal La Sirena datan del año 1834, mientras que la leyenda del Casillero del Diablo, introduce como fecha el año 1883[24]. Comprendo que la bruja no quiera asustar a Ricki y a Dante, por eso decide no contarles  la historia de lo que sucedía en la bodega de vinos,  a diferencia de todos nosotros, que sí nos interesa saber lo que ocurrió en dicho lugar. Pero esto queda reservado para un próximo estudio, en donde se analizará el Casillero del Diablo: La leyenda del vino.  Por ahora mi interés sólo se concentraba en la presencia del diablo en el canal de Pirque y en  profundizar  con un relato de nuestra Provincia Cordillera el párrafo de Oresthe Plath que habla sobre las “Leyendas del diablo”:

“El pueblo, a la vez, recuerda en Chile a numerosas personas que han vendido su alma al Diablo y que se han salvado de los pactos  valiéndose de sus respectivas contras.  De aquí, según el pueblo, los terrenos de rulo que de la noche a la mañana se convierten en fértiles  campos de plantío y la prosperidad de la hacienda  o el éxito de los negocios de muchas personas de las cuales se da el nombre”[25]

            Como puede apreciar, queridísimo lector, ahora le corresponde a usted aplicar los contenidos expuestos en este trabajo al texto  citado, ¡que lo disfrute!




[1] Miquel, Manuel, Op. Cit. p. 57- 58.
[2] Ver www.canaldepirque.cl/index.php?option=com_content&task=view&id=12&Itemid=27. Visita realiza el 23/04/2013.


[3] Esta leyenda me la facilitó el Licenciado en Historia David Valenzuela Mardones, quien la obtuvo del profesor Ernesto Mosqueira.
[4] Ver www.ugr.es/~pwlac/G20_16NestorGodofredo_Taipe_Campos.html. Visita realizada el 23/04/2013.
[5] Génesis 2: 7-8 En www.bibliaonline.net/biblia/?livro=1&versao=54&capitulo=&leituraBiblica=&tipo=&ultimaLeitura=&lang=es-AR&pag_ini=30&cab =. Visita realizada el 25/04/2013.
[6] lema.rae.es/drae/?val=leyenda. Visita realizada el 25/04/2013.
[7] García de Diego, Vicente. Antología de leyendas. Barcelona, Labor, 1953.
[8] www.pirque.com/historia_de_pirque.php
es.wikipedia.org/wiki/Pirque
www.tesorosdechile.cl/casona-y-pirque
www.pirque.cl/turismo/contenido.php?id=4&idioma=0
www.biblioredes.cl/bibliotecas/4150/noticias/7122. Visitas realizadas el 28/04/2013.
[9] Véase  en www.genealog.cl/Chile/S/Subercaseaux/. Visita realizada el 28/04/2013.
[10] http://www.canaldepirque.cl/index.php?option=com_content&task=view&id=12&Itemid=27.  Visita realizada el 28/04/2013.
[11] Op. Cit. p.
[12] Véase www.conchaytoro.com/web/la-compania/historia/?lang=es.  Visita realizada el 29/04/2013.
[13] Cita extraída de los folletos que entrega la viña.
[14] www.pirque.com/fiesta_del_vino.php. Visita realizada el 29/04/2013
[15] 1ª Timoteo 6: 9 -11 en www.bibliaonline.net/biblia/?livro=54&versao=54&capitulo=&leituraBiblica=&tipo=&ultimaLeitura=&lang=es-AR&pag_ini=90&cab=.  Visita realizada el 29/04/2013.
[16] Op. Cit. Mateo 6:24
[17] Antología de Pirque. p. 11.
[18]Op. Cit.  Mt 7, 1-5
[19] Subercaseaux, Julio Reminiscencias. Antología de Pirque. p. 73.
[20] En la casona que Ramón Subercaseaux mandó a construir en 1830 hoy se encuentra el restaurant Tesoros de Chile. Ver www.tesorosdechile.cl/nosotros. Visita realizada el 30/04/2013.
[21] Características que se repiten en otras leyendas, como verá en posteriores estudios.
[22] Antología de Pirque. p. 171.
[23] Op. Cit. p. 46.
[24] Existe un blog en Internet, blog.uvinum.es/leyenda-casillero-diablo-852566, el cual sorprendentemente, después de ofrecer el comercial afirma en forma errónea que  La leyenda empieza a mediados del siglo XIX (1871), cuando Don Melchor de Concha y Toro, dueño y fundador de la Viña Concha y Toro (Chile), reservaba sus mejores botellas de vino para él y sus allegados, pero estas joyas embotelladas desaparecían extrañamente, a pesar que eran guardadas bajo llave.” Visita realizada el 30/04/2014.
[25] Plath, Oreste. Geografía del mito y las leyenda chilenos. Santiago de Chile. Grijalbo, 2000. p.79.